Las reglas están para romperlas. ↘ Privado.

Después de que Andy hubiera hecho todas las tareas de las asignaturas y de que hubiese estudiado quería pasar un rato fuera, pero quería hacer algo divertido. Algo... inusual. Quería saltarse las reglas. Seguramente si su hermano la viera en esos momentos estaría riñéndola, pero como no la estaba viendo... ¿Qué importaba, no? Se acercó a la puerta de las habitaciones de Hufflepuff. Había ido a visitar a la hermana de Jeremy, Lindsay, quien además era amiga suya, al igual que su hermano.
Dejó una nota por debajo de la puerta, citándola a la entrada del bosque prohibido. La nota citaba de la siguiente manera:


Aquella amenaza podría sonar a risa y, de hecho, quería que sonase así pero si fuese alguien desconocido y que le cayese mal, dicha amenaza podría convertirse en una realidad muy pero que muy pronto. Andy era impulsiva y decidida. Tanto, que a veces daba hasta miedo con sus locuras.
Emprendió el camino hacia el bosque prohibido, aparentando normalidad mientras por su cabeza pasaban todo tipo de cosas e imaginaciones. ¿Qué se encontrarían allí? ¿Bichos? Posiblemente, pero, ¿qué más cosas? Andy odiaba los bichos. Todo tipo de bichos. Puagg... Que asco le daban algunos. ¡Sobre todo las arañas! Aparte de que las temía como jamás ha temido a nada. Ni si quiera los payasos provocaban en ella esa reacción y mira que también odiaba a los payasos, ¿eh? Pero entre arañas y serpientes... Y no, las serpientes vienen antes de que supiera que existía la casa Slytherin. Salió del castillo un tanto apresurada, intentando pasar de todo el mundo que la escudriñaba con la mirada, sobre todo los que llevaban las solapas de las chaquetas de un color verduzco. ¡Sangre sucia! Eso era lo que le decían al pasar, pero ella era oídos sordos. Estaba acostumbrada, además, cuanto más pases de la gente, menos caso te hacen. Así que ella seguía su propio consejo.

Llegó a la puerta del bosque prohibido. Aquella puerta que no podía abrirse bajo ningún concepto. Aquella puerta que, significaría para Andy una nueva aventura y esperó pacientemente a que Lindsay apareciera. Quizá acojonada, quizá con una gran valentía. Pero tenía la sensación de que, aparecer, aparecería. Y si no aparecía, no pasaba nada, Andy terminaría entrando ella sola a aquel tenebroso lugar.

Necesitaba repasar lo que habían dado ese día en clase, pero estaba claro que la sala común no era el mejor lugar para ello, pues el ruido que provocaban sus compañeros de clase al charlar entre ellos le molestaba sobremanera. Así pues, cogió su libro y se fue en dirección a su dormitorio, el cual, por fortuna, estaba vacía y allí estuvo gran parte de la tarde, sin hacer ninguna otra cosa que no fuera repasar. Tan enfrascada estaba con el libro, que casi ni se dio cuenta de que habían colado un papel por debajo de la puerta. Pero en cuanto lo vio, se levantó de su cama, y se acercó a la puerta; se agachó y cogió la nota. Aún agachada, la abrió y leyó lo que ponía en ésta. Era Andy, que la citaba en el Bosque Prohibido. Se levantó lentamente y se dirigió de nuevo a su cama, sin quitarle el ojo a la nota de su amiga. ¿Qué hacía? Iba, ¿no? ¡Claro! Ni siquiera sabía por qué dudaba.

Se puso la capa por encima del uniforme y salió de su sala común casi como alma que llevaba el diablo. A saber cuánto llevaba la nota allí. Seguro que llegaba más que tarde. Se encontró con unos cuantos compañeros de clase por el camino hacia el bosque prohibido, pero Lindsay los ignoró por completo. Sólo quería llegar a donde había quedado con Andy. En cuanto llegó a donde estaba ésta, una sonrisa apareció en su rostro. — Espero no llegar tarde para la diversión. — Linds miró el rostro de su amiga con las cejas alzadas. — ¿Qué? ¿Vamos a la aventura? —


Off. Siento la mierda de post x_x Por cierto, ¿estás segura de que para ir al bosque prohibido hay que pasar por una puerta? Es que no me suena haber leído nada de eso en los libros; pasaban de los jardines al bosque sin que hubiera nada que separara estos dos {creo}.

Andy estaba un poco cansada, y no era para menos. Se sentó en una piedra, que... Bueno, tenía aspecto de piedra. Por suerte al sentarse no apareció ningún bicho feo ni baboso, ni asqueroso. Suspiró bastante aliviada y luego miró hacia el Bosque Prohibido. Había oído horrorosos rumores. Desde arañas gigantes, hasta caballos que estaban como muertos, pasando por minotauros y ese tipo de cosas. Pero lo que más miedo le daban eran las arañas gigantes, las acromántulas. ¿Por qué debían ser tan grandes y peludas? ¿No podían ser chiquititas y tan adorables cual gato? No, claro que no.

Sonrió cuando a lo lejos vio como Lindsay estaba acercándose. Se rió, porque pensó que llegaba tarde cuando no era así. Bueno, por lo menos no muy tarde, claro. Sacó su varita y la abrazó. — ¡Hola! No, no llegas tarde, creo que llegas... Bien. —.Sonrió separándose de ella y asintió con la cabeza a su pregunta, comenzando a caminar hacia el interior del bosque. — Ponte a mi lado o detrás mía. —. Mientras se lo dijo la miraba, seria, asintiendo con la cabeza.

Cierto era que tenía algo de temor con las cosas que iba a encontrarse allí así que tenía bien agarrada la varita y en el momento preciso, en el momento en el que saltase algún extraño bicho, gritar un rictusempra no vendría nada mal. Suspiraba intentando relajarse mientras poco a poco iban adentrándose más y más en aquel bosque, oscuro, con árboles frondosos y que, de repente, corría un aire bastante frío y aterrador.

Lindsay le sonrió a la leona y le devolvió el abrazo. — Bien, bien. No me gustaría saber que me he perdido parte de la diversión de salir al Bosque Prohibido. — La tejona se fijó en que Andy había sacado la varita. — ¿Tenías pensado hechizarme si llegaba tarde? ¿O es que pretendías llegar a cabo tu venganza de dejarme sin ningún pelo de la cabeza? — Le preguntó divertida. Después, la imitó, y sacó también su propia varita; toda defensa era poca en un lugar como aquél. — ¿Detrás de ti? ¿En la retaguardia? Mejor me pongo a tu lado, hombro con hombro. —

Ambas chicas comenzaron a caminar por el bosque prohibido. Lindsay, varita en ristre, paseaba la mirada por todos los lados, pendiente de si había algún animal del que hubiera que defenderse o, peor aún, algún profesor. — ¿Y cómo se te ocurrió la idea de venir hasta aquí? — Lindsay torció el gesto. No le acababa de agradar que el bosque prohibido estuviera siempre tan oscuro, todo por culpa de que los árboles se juntaban demasiado. La tejona resopló, pensando que pronto habría que utilizar el lumus para iluminar algo de su camino. Cuando comenzó a hacer un frío que no hacía cuando entraron en el bosque, la muchacha arrugó la nariz. — Oye..., ¿no crees que de repente ha bajado demasiado la temperatura? — Vale que allí no hiciera siempre la misma calor que en el resto de los terrenos, pero le parecía un tanto raro que sin venir mucho a cuento comenzara a hacer aquel frío.