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Este Skin ha sido diseñado en su totalidad por Annabeth, la cual lo ha cedido sin pedir nada a cambio. No copies. El staff ha sido obra de Ramona. Gracias por su tutorial de ayuda.
El contenido es obra de la administración de Cave Inmicum. Idea original es de Minerva Potter. Diseño gráfico , todas las tablillas -sin contar las que venían con el skin- , los pj cannon y todo lo que encuentren aquí son propiedad de Minerva y Maia Potter ORIGINALIDAD AL PODER.
Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
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Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
Arabeth siempre había pertenecido a ese grupo de personas que se movían demasiado mientras dormían y acaban en posiciones demasiado extrañas, y si a eso le sumabas su torpeza natural obtenías una causa lógica para que la chica estuviese en el suelo rodeada de mantas.
La serpiente, tras cerrar con fuerza los ojos y maldecir en voz baja a la mitad de la humanidad se removió inquietamente sobre el suelo, una Nott no debería ser torpe, ¿entonces por qué en ocasiones parecía que el suelo era su mejor amigo?, era una pregunta que la chica, sin duda se hacía muy a menudo. Una vez apoyados los brazos sobre el suelo, cogió impulso para levantarse y se quitó las sábanas de encima agradeciendo llevar ya puesto el uniforme —ventajas de conocerse a sí misma tan bien y de planearlo todo antes de irse a dormir—. Tras ir al baño para lavarse a la cara, Arabeth empezó a andar hacía la puerta de la habitación mientras se recogía el pelo con un simple coleta, antes de salir se observó unos minutos al espejo; tras contenerse para no lanzarse un piropo a su propia persona, cogió las cosas necesarias y dejó la habitación casi corriendo.
Un paso, dos pasos, tres pasos, y cada cinco metros alguien se ponía en medio de su camino, la rubia resopló con cansancio, ¿en serio siendo el pasillo tan ancho, era tan difícil no ponerse en medio?, Arabeth se mordió la lengua para intentar guardarse el comentario que quería soltar, pero, por supuesto, no funcionó.
—¿En serio sabéis volar en escoba y no sois capaces de mover un poquito el cuerpo, girar y esquivarme? ¡Que quiten la asignatura de adivinación y pongan una que se llame ‘orientación’, ‘movilidad’ o como sea, por favor!—refunfuñó a nadie en particular; era un secreto a voces que madrugar ponía a Arabeth de mal humor… aunque fuera algo que tuviera que hacer día sí, día también, ¡y encima iba a llegar tarde!, malditos fueran los dioses… si es que existían, claro. Arabeth volvió a acelerar el paso sin preocuparse en mirar a las personas que pasaban por su lado, finalmente, al cabo de un par de minutos consiguió llegar al aula donde tendría lugar la clase de Historia de la Magia, la cual era, sin duda, una de sus asignaturas favoritas—Buenos días, señor profesor—saludó con respeto, para luego dirigirse al sitio que solía ocupar y tomar asiendo, se dejo caer ligeramente sobre la silla y cerró momentáneamente los ojos, permitiéndose un momento de descanso.
Pero parecía ser que hoy no iba a ser un día, para nada tranquilo.
Arabeth abrió de golpe los ojos al notar un peso sobre sus piernas, parpadeó durante unos segundos sintiéndose desorientada, pero al fijar su mirada en la cabellera cobriza que tiene delante de su nariz, tardó a penas unos segundos en descubrir quien había decidido utilizarla como silla, cogió aire profundamente, intentando mantener la calma y pensar en cosas bonitas, nubes, cielo, dibujar, algodón de azucar, uno, dos, tres, cuatro, cinco. A la mierda, Andrómeda había elegido una mala mañana para enfadar a la rubia.
Echó la silla hacia atrás para poder levantarse, pero al estar Andrómeda sentada sobre ella, con el brusco movimiento la castaña acabó sentada en el suelo, Araneth levantó una ceja y la observó durante un par de segundos.
—Potter…Weasley—iba a llamarla por su apellido, pero al caer en la cantidad de miembros de dichas familias que tenía el colegio, decidió no hacerlo—Andrómeda, por la mañana hay que lavarse la cara, porque si no lo haces, no ves, y si no ves, no reconoces donde tienes que sentarte, ¿suficientemente despierta para que tu cerebro pueda comprenderlo?—preguntó con cierto deje de suficiencia, mientras estiraba la mano para ayudarla a levantarse; por pura educación más que por gusto. A lo lejos podía escuchar la voz siseante del profesor de la asignatura en la que estaban.
Oh, oh, eso no era bueno
La serpiente, tras cerrar con fuerza los ojos y maldecir en voz baja a la mitad de la humanidad se removió inquietamente sobre el suelo, una Nott no debería ser torpe, ¿entonces por qué en ocasiones parecía que el suelo era su mejor amigo?, era una pregunta que la chica, sin duda se hacía muy a menudo. Una vez apoyados los brazos sobre el suelo, cogió impulso para levantarse y se quitó las sábanas de encima agradeciendo llevar ya puesto el uniforme —ventajas de conocerse a sí misma tan bien y de planearlo todo antes de irse a dormir—. Tras ir al baño para lavarse a la cara, Arabeth empezó a andar hacía la puerta de la habitación mientras se recogía el pelo con un simple coleta, antes de salir se observó unos minutos al espejo; tras contenerse para no lanzarse un piropo a su propia persona, cogió las cosas necesarias y dejó la habitación casi corriendo.
Un paso, dos pasos, tres pasos, y cada cinco metros alguien se ponía en medio de su camino, la rubia resopló con cansancio, ¿en serio siendo el pasillo tan ancho, era tan difícil no ponerse en medio?, Arabeth se mordió la lengua para intentar guardarse el comentario que quería soltar, pero, por supuesto, no funcionó.
—¿En serio sabéis volar en escoba y no sois capaces de mover un poquito el cuerpo, girar y esquivarme? ¡Que quiten la asignatura de adivinación y pongan una que se llame ‘orientación’, ‘movilidad’ o como sea, por favor!—refunfuñó a nadie en particular; era un secreto a voces que madrugar ponía a Arabeth de mal humor… aunque fuera algo que tuviera que hacer día sí, día también, ¡y encima iba a llegar tarde!, malditos fueran los dioses… si es que existían, claro. Arabeth volvió a acelerar el paso sin preocuparse en mirar a las personas que pasaban por su lado, finalmente, al cabo de un par de minutos consiguió llegar al aula donde tendría lugar la clase de Historia de la Magia, la cual era, sin duda, una de sus asignaturas favoritas—Buenos días, señor profesor—saludó con respeto, para luego dirigirse al sitio que solía ocupar y tomar asiendo, se dejo caer ligeramente sobre la silla y cerró momentáneamente los ojos, permitiéndose un momento de descanso.
Pero parecía ser que hoy no iba a ser un día, para nada tranquilo.
Arabeth abrió de golpe los ojos al notar un peso sobre sus piernas, parpadeó durante unos segundos sintiéndose desorientada, pero al fijar su mirada en la cabellera cobriza que tiene delante de su nariz, tardó a penas unos segundos en descubrir quien había decidido utilizarla como silla, cogió aire profundamente, intentando mantener la calma y pensar en cosas bonitas, nubes, cielo, dibujar, algodón de azucar, uno, dos, tres, cuatro, cinco. A la mierda, Andrómeda había elegido una mala mañana para enfadar a la rubia.
Echó la silla hacia atrás para poder levantarse, pero al estar Andrómeda sentada sobre ella, con el brusco movimiento la castaña acabó sentada en el suelo, Araneth levantó una ceja y la observó durante un par de segundos.
—Potter…Weasley—iba a llamarla por su apellido, pero al caer en la cantidad de miembros de dichas familias que tenía el colegio, decidió no hacerlo—Andrómeda, por la mañana hay que lavarse la cara, porque si no lo haces, no ves, y si no ves, no reconoces donde tienes que sentarte, ¿suficientemente despierta para que tu cerebro pueda comprenderlo?—preguntó con cierto deje de suficiencia, mientras estiraba la mano para ayudarla a levantarse; por pura educación más que por gusto. A lo lejos podía escuchar la voz siseante del profesor de la asignatura en la que estaban.
Oh, oh, eso no era bueno
Arabeth E. Nott*- Slytherin!
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Fecha de inscripción : 17/03/2013
Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
Los ojos se le cierran hasta tal punto que llega a pensar que sigue durmiendo. Se mira al espejo con infinita parsimonia mientras piensa que, incluso con ojeras que la hacen parecer más un oso panda que una persona, sigue igual de guapa que siempre. Si por ella fuera seguiría durmiendo, ahí, en su cama, con el pelo todo revuelto y una pierna en dirección a Hogsmeade y otra en dirección a Londres, pero no puede; está avisada. El curso anterior su madre le había acabado por mandar un vociferador por eso de que había llegado a casa una carta de que si se pasaba por clase casi parecía un error de cálculo. Meda es de las que piensa que con aprobar los exámenes -cosa con la que nunca ha tenido problema y se le da bien- ya está, no le hace falta meterse entre cuatro paredes con todos los demás para estudiar las propiedades que pueda tener cualquier raíz curativa; si para algo le gustan las multitudes es para fiestas, no para sentarse a esperar una muerte lenta y dolorosa por aburrimiento.
La motiva un poco más el hecho de que sea Historia de la Magia la clase que toca esa mañana y no otra. Al final opta por bostezar tranquilamente y aclararse la cara, ya vestida. Coge la cartera que ha dejado a su vera en el baño y sale, contemplando que ya no queda nadie en la sala común, ni Abraxan que suele dormirse de vez en cuando en cuanto toca dicha asignatura. La tentación de quedarse a dormir es fuerte, pero pasa de tener que aguantar un vociferador histérico otra vez. Afianza el paso para acabar saliendo por el umbral de la puerta como un alma en pena; suele ser de lo más enérgico que te puedas echar a la cara, pero claro, quedarse hasta las tantas haciendo el tonto con sus compañeras de habitación habiendo colado de incógnito algo de alcohol pues como que pasa factura. Qué duro es tener don de gentes.
Camina por los pasillos, en los que reina la quietud y de vez en cuando algún que otro alumno rezagado al igual que ella. Sólo de pensar que tiene que subir hasta el cuarto le da ganas de fingir que le duele la barriga y quedarse a dormir en la Enfermería. Pero tampoco cuela, lo ha hecho demasiadas veces como para que la enfermera no la tenga calada. Tiene que asistir sí o sí esta vez, no hay opción diferente a la que pueda aferrarse.-Pff.-vuelve a bostezar, malhumorada; ese humor que tenemos todos cuando estamos en vigilia. Cuando acaba por llegar a la cuarta planta tras medio dormirse en la barandilla de las escaleras flotantes, siente la voz del profesor al final, en el aula. Quizás tenía suerte y le da un ataque cardíaco al ver aparecer un zombie por la puerta. Lo que sí se le hace raro es no encontrar a Charles por allí, normalmente tampoco suele ser demasiado puntual-.
Y cuando abre la puerta unos cuantos se voltean a ver de quien se trata, con la misma cara que ella o peor. Andrómeda pasa de todos ellos y se encamina hacia su sitio de siempre, el que lleva ocupando desde primer año, y se sienta. Pero desgraciadamente no es su sitio, sino el de dos sillas más hacia la izquierda; está mullido, pero le importa poco. Ladea la mirada hacia quien quiera que esté debajo de ella y consigue distinguir a cierta rubia a la cual no le importaría hacer el honorable objetivo de su primera maldición imperdonable.-Respira, que falta poco. Es niño,¿no?-se mofa, con un tono cansado y adormecido, bostezando nuevamente para luego sentirse caer por la brusquedad con la que la rubia se aparta. Luego dicen de sus modales. Chasquea la lengua contrariada a la par que el mal humor va in crescendo.-No, es que no hablo troll, Arabeth.-a la joven Potter le importan tres pimientos los modales que su compañera se ha esforzado en sacar a relucir; no le cae bien, no la traga, y no va a fingirlo cuando se acaba de despertar. En otra ocasión puede que sí, pero esta vez no.-Guarda esa mano para quien vaya a aceptarla, no seré yo.-agrega, levantándose y alisando en consecuencia su uniforme, que ha quedado revuelto. Sus compañeros las miran mientras el profesor sigue explicando; saben que eso no pinta bien. Con esas dos nunca pinta bien-.
La motiva un poco más el hecho de que sea Historia de la Magia la clase que toca esa mañana y no otra. Al final opta por bostezar tranquilamente y aclararse la cara, ya vestida. Coge la cartera que ha dejado a su vera en el baño y sale, contemplando que ya no queda nadie en la sala común, ni Abraxan que suele dormirse de vez en cuando en cuanto toca dicha asignatura. La tentación de quedarse a dormir es fuerte, pero pasa de tener que aguantar un vociferador histérico otra vez. Afianza el paso para acabar saliendo por el umbral de la puerta como un alma en pena; suele ser de lo más enérgico que te puedas echar a la cara, pero claro, quedarse hasta las tantas haciendo el tonto con sus compañeras de habitación habiendo colado de incógnito algo de alcohol pues como que pasa factura. Qué duro es tener don de gentes.
Camina por los pasillos, en los que reina la quietud y de vez en cuando algún que otro alumno rezagado al igual que ella. Sólo de pensar que tiene que subir hasta el cuarto le da ganas de fingir que le duele la barriga y quedarse a dormir en la Enfermería. Pero tampoco cuela, lo ha hecho demasiadas veces como para que la enfermera no la tenga calada. Tiene que asistir sí o sí esta vez, no hay opción diferente a la que pueda aferrarse.-Pff.-vuelve a bostezar, malhumorada; ese humor que tenemos todos cuando estamos en vigilia. Cuando acaba por llegar a la cuarta planta tras medio dormirse en la barandilla de las escaleras flotantes, siente la voz del profesor al final, en el aula. Quizás tenía suerte y le da un ataque cardíaco al ver aparecer un zombie por la puerta. Lo que sí se le hace raro es no encontrar a Charles por allí, normalmente tampoco suele ser demasiado puntual-.
Y cuando abre la puerta unos cuantos se voltean a ver de quien se trata, con la misma cara que ella o peor. Andrómeda pasa de todos ellos y se encamina hacia su sitio de siempre, el que lleva ocupando desde primer año, y se sienta. Pero desgraciadamente no es su sitio, sino el de dos sillas más hacia la izquierda; está mullido, pero le importa poco. Ladea la mirada hacia quien quiera que esté debajo de ella y consigue distinguir a cierta rubia a la cual no le importaría hacer el honorable objetivo de su primera maldición imperdonable.-Respira, que falta poco. Es niño,¿no?-se mofa, con un tono cansado y adormecido, bostezando nuevamente para luego sentirse caer por la brusquedad con la que la rubia se aparta. Luego dicen de sus modales. Chasquea la lengua contrariada a la par que el mal humor va in crescendo.-No, es que no hablo troll, Arabeth.-a la joven Potter le importan tres pimientos los modales que su compañera se ha esforzado en sacar a relucir; no le cae bien, no la traga, y no va a fingirlo cuando se acaba de despertar. En otra ocasión puede que sí, pero esta vez no.-Guarda esa mano para quien vaya a aceptarla, no seré yo.-agrega, levantándose y alisando en consecuencia su uniforme, que ha quedado revuelto. Sus compañeros las miran mientras el profesor sigue explicando; saben que eso no pinta bien. Con esas dos nunca pinta bien-.
Andrómeda C. Potter*- Slytherin!
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Fecha de inscripción : 17/03/2013
Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
No hablo troll, blah, blah, soy peor que un grano en el culo, blah, blah, blah.
Arabeth frunció las cejas con molestia cuando la molesta voz de Andrómeda llegó a sus oídos, le resultaba curioso que en una primera instancia, durante un primero de Septiembre de hace ya muchos años hubieran hablado con tranquilidad, compartido impresiones, bromeado incluso, ¿en que había estado pensando?, tal vez el zumo de calabaza le habría sentido mal o algo por el estilo… aunque tampoco sabía exactamente cuando había comenzado esta guerra declarada, una mueca adornó y contuvo las ganas de bostezar. Ante la petición de Potter de alejar la mano de ella sonrió con algo de burla e hizo exactamente lo contrario a lo que le había dicho, colocó su mano sobre uno de sus hombros para luego darle un par de palmaditas como la que se les da a un perro; pobre criaturita.
—¿No hablas troll?, oh vaya… fallo mío, tu aspecto me había hecho deducir que lo hablarías, estoy segura de que me comprenderás, es algo completamente lógico—explicó mientras rolaba los ojos al notar como las miradas de sus compañeros se encontraban fijas en ellas, y no en el profesor, suspiró con fastidio y dio un paso hacia delante, apartando con la mano los libros que Andrómeda había dejado sobre la mesa; dirigió una breve mirada a la chica, para después con sus dedos empujar los materiales de la castaña al suelo—¡Uy!, perdón, otro fallo mío… estaban ocupando mi espacio vital, ya sabes, hoy todo lo tuyo está demasiado cerca de mí, aunque bueno, tal vez están el suelo porque quisieron volver a su lugar natural, ya sabes…—siseó mientras se planteaba porque siempre estaba cerca de un Potter, o de un Weasley acababa metida en este tipo de discusas. La rubia cogió impulso para así, poder sentarse sobre el pupitre, tras eso volvió a dirigirle la mirada a la castaña que tenía delante—Y dime Andrómeda… ¿te costó mucho conseguir eliminar el color blanco de tu cabello?, me llegó el rumor de que tu pelo asombrosamente había cambiado de color hace un par de días…—preguntó con tono inocente, casi cuidadosa; aunque era perfectamente consciente de que la chica sabía que la culpable de dicha broma se encontraba frente a ella.
Antes de que pudiera girarse para comprobar si había otros miembros de su familia en la sala, el eco de una voz autoritaria le hizo frenarse, ’cinco puntos menos para Slytherin’, proseguida de un par de pasos; en menos de 10 segundos ambas serpientes tuvieron delante al profesor, al cual le acompañaban varias decenas de ojos que observaban la escena, cotillas, Arabeth se mordió la lengua, nuevamente para intentar no hablar, pero hoy era uno de esos días en los que le era imposible callarse.
—Dichosos Potter y su capacidad para meterme en problemas, primero el primo, ahora ella, seguro que antes de que acabe el año tendré canas por su culpa—dijo en voz baja, en unos susurros casi inaudibles y carentes de sentido. Alzó la vista para mirar al profesor que tenían delante, no sin antes mirar a todos los espectadores que tenían—Sería de agradecer que dejaseis de mirarnos y posaseis la vista en la pizarra, o mirar por la ventana, o…—la joven iba a seguir pero prefirió callarse por una serie de motivos.
Uno de ellos era porque Arabeth presentía que con la reacción de la chica que tenía a su lado la llama de la batalla campal se terminaría de encender. Otra era porque apreciaba lo suficiente el aula en la que se encontraba como para no querer que ésta acabara ardiendo.
Y la última era porque, la rubia estaba empezando a presentir que tal vez acababan siendo asesinadas por las manos de su profesor de Historia de la Magia.
Arabeth frunció las cejas con molestia cuando la molesta voz de Andrómeda llegó a sus oídos, le resultaba curioso que en una primera instancia, durante un primero de Septiembre de hace ya muchos años hubieran hablado con tranquilidad, compartido impresiones, bromeado incluso, ¿en que había estado pensando?, tal vez el zumo de calabaza le habría sentido mal o algo por el estilo… aunque tampoco sabía exactamente cuando había comenzado esta guerra declarada, una mueca adornó y contuvo las ganas de bostezar. Ante la petición de Potter de alejar la mano de ella sonrió con algo de burla e hizo exactamente lo contrario a lo que le había dicho, colocó su mano sobre uno de sus hombros para luego darle un par de palmaditas como la que se les da a un perro; pobre criaturita.
—¿No hablas troll?, oh vaya… fallo mío, tu aspecto me había hecho deducir que lo hablarías, estoy segura de que me comprenderás, es algo completamente lógico—explicó mientras rolaba los ojos al notar como las miradas de sus compañeros se encontraban fijas en ellas, y no en el profesor, suspiró con fastidio y dio un paso hacia delante, apartando con la mano los libros que Andrómeda había dejado sobre la mesa; dirigió una breve mirada a la chica, para después con sus dedos empujar los materiales de la castaña al suelo—¡Uy!, perdón, otro fallo mío… estaban ocupando mi espacio vital, ya sabes, hoy todo lo tuyo está demasiado cerca de mí, aunque bueno, tal vez están el suelo porque quisieron volver a su lugar natural, ya sabes…—siseó mientras se planteaba porque siempre estaba cerca de un Potter, o de un Weasley acababa metida en este tipo de discusas. La rubia cogió impulso para así, poder sentarse sobre el pupitre, tras eso volvió a dirigirle la mirada a la castaña que tenía delante—Y dime Andrómeda… ¿te costó mucho conseguir eliminar el color blanco de tu cabello?, me llegó el rumor de que tu pelo asombrosamente había cambiado de color hace un par de días…—preguntó con tono inocente, casi cuidadosa; aunque era perfectamente consciente de que la chica sabía que la culpable de dicha broma se encontraba frente a ella.
Antes de que pudiera girarse para comprobar si había otros miembros de su familia en la sala, el eco de una voz autoritaria le hizo frenarse, ’cinco puntos menos para Slytherin’, proseguida de un par de pasos; en menos de 10 segundos ambas serpientes tuvieron delante al profesor, al cual le acompañaban varias decenas de ojos que observaban la escena, cotillas, Arabeth se mordió la lengua, nuevamente para intentar no hablar, pero hoy era uno de esos días en los que le era imposible callarse.
—Dichosos Potter y su capacidad para meterme en problemas, primero el primo, ahora ella, seguro que antes de que acabe el año tendré canas por su culpa—dijo en voz baja, en unos susurros casi inaudibles y carentes de sentido. Alzó la vista para mirar al profesor que tenían delante, no sin antes mirar a todos los espectadores que tenían—Sería de agradecer que dejaseis de mirarnos y posaseis la vista en la pizarra, o mirar por la ventana, o…—la joven iba a seguir pero prefirió callarse por una serie de motivos.
Uno de ellos era porque Arabeth presentía que con la reacción de la chica que tenía a su lado la llama de la batalla campal se terminaría de encender. Otra era porque apreciaba lo suficiente el aula en la que se encontraba como para no querer que ésta acabara ardiendo.
Y la última era porque, la rubia estaba empezando a presentir que tal vez acababan siendo asesinadas por las manos de su profesor de Historia de la Magia.
Arabeth E. Nott*- Slytherin!
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Fecha de inscripción : 17/03/2013
Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
Su ceja se arquea con tal rapidez que no parece incluso que pueda hacerlo debido al estado casi soporífero en el que se encuentra; el contraataque ya se hacía esperar. Sigue con cierta precisión el trayecto de su mano hacia el hombro con el asco impreso en la mirada, dejándola tocarla por el mero hecho de que prefiere no armar jaleo aún; con quien mantiene la disputa mismamente no lo merece. Es más, si pudiese ignorarla todo lo que le resta de curso, le daría a entender que al menos le funciona una neurona -si es que tiene-. ¿En serio es tan clásica? Tan clásica que utiliza sus propias armas para contestar, defenderse. Qué esperar de ella después de tantos años bajo el mismo techo; para bien o para mal se conocían, incluso hubo un tiempo en que no se contemplaban con total repulsión la una a la otra. Pero las cosas cambian, siempre.
-Sí, fallo tuyo. Supongo que tu neurona no da para más.-contesta escueta, sin intención de seguir medianda palabra con quien tiene en frente. Le duele la cabeza y ella lo incrementa, además de que últimamente se trae cosas con quien no debe de traérselas; no le gusta, no le gusta un pelo. Y lo que a Andrómeda no le agrada para nada se zanja de raíz. Observa pues volar todas sus cosas a merced del gesto de la otra Slytherin, la cual se está columpiando del todo y o no advierte lo que le va a pasar o continuación o es que realmente aprecia muy poco los puntos sumados por todos los demás alumnos de su casa. Que no sea mala la mayor parte del tiempo no significa que cuando le buscan las cosquillas se las encuentren muy fácilmente. Le viene de familia.-Al igual que tu lugar natural estaría en una pocilga, nadie lo duda.-entonces es la de cabello cobrizo la que esboza una sonrisa triunfante, sin moverse un ápice de su sitio. Si quiere guerra, tendrá guerra-.
Y para más inri se declara confesa de su crimen; un crimen que hacía tiempo que sabía que había sido ella, pero nunca delatada por la misma. Le había devuelto aquéllo del ectoplasma de hacía dos semanas; cómo no, buscando resquicios para fastidiar a la otra al máximo. Pero en esta ocasión no iba a ser comedida por el mero hecho de estar en una clase con un profesor delante, mucho menos por estar rodeada de gente. Incluso le llegaba a importar un bledo que aquéllo llegase a oídos de sus padres y el castigo fuese sonado. Se encoge de hombros despreocupada cuando escucha al docente pues, haciendo como si nada hubiera dicho; simplemente se calla. ¿Se ha rendido? En absoluto, sólo espera a que esté cerca de ellas para que lo vea bien.-¿Ha visto, profesor?-cuestiona de repente, dejando al adulto algo desconcertado, sin saber muy bien a qué se refiere.-Oh, espere, igual así lo ve mejor.-y ni corta ni perezosa le pega un puñetazo en el tabique de la nariz, ante la mirada atónita de toda la clase. No ha sido muy fuerte, sabe controlarse perfectamente, pero sí lo suficiente como para que le duela un buen rato. ¿Qué decía de pelo blanco? Más le va a costar a ella quitarse el moratón de la cara-.
-¡Señorita Potter, ésto es intolerable!-iracundo, la coge del brazo y la zarandea, con gesto severo.-¡Veinte puntos menos para Slytherin y ahora mismo acompaña usted a la Señorita Nott a la Enfermería! Ya hablaré yo con el Director.-agrega, cogiendo a la segunda mencionada también e instándolas a salir de clase, no sin antes comprobar que la rubia está bien y que Andrómeda no le ha roto nada. La joven Potter se encoge de hombros y, bostezando, sale de clase más larga que ancha, sin ninguna intención de acompañar a nadie a ninguna parte. Cuando no le apetece ir a clase es por algo, lo que pasa es que contemplar la posibilidad de acabar golpeándole la cara a alguien no entra en los planes de lo que su madre y su padre consideran como normal.-¡Ya están tardando!-escucha al traspasar el umbral, seguida por la otra joven. Una vez cierra la puerta la encara, con sorna.-Ey, fíjate, te he arreglado la cara.-sisea, a una distancia prudencial; sabe lo que se hace de sobra.-¿Te ha vuelto la nariz bien a su lugar natural o qué? Si quieres lo repito a ver si te la coloco bien.-agrega, viperina. Si no acaban matándose será un milagro-.
-Sí, fallo tuyo. Supongo que tu neurona no da para más.-contesta escueta, sin intención de seguir medianda palabra con quien tiene en frente. Le duele la cabeza y ella lo incrementa, además de que últimamente se trae cosas con quien no debe de traérselas; no le gusta, no le gusta un pelo. Y lo que a Andrómeda no le agrada para nada se zanja de raíz. Observa pues volar todas sus cosas a merced del gesto de la otra Slytherin, la cual se está columpiando del todo y o no advierte lo que le va a pasar o continuación o es que realmente aprecia muy poco los puntos sumados por todos los demás alumnos de su casa. Que no sea mala la mayor parte del tiempo no significa que cuando le buscan las cosquillas se las encuentren muy fácilmente. Le viene de familia.-Al igual que tu lugar natural estaría en una pocilga, nadie lo duda.-entonces es la de cabello cobrizo la que esboza una sonrisa triunfante, sin moverse un ápice de su sitio. Si quiere guerra, tendrá guerra-.
Y para más inri se declara confesa de su crimen; un crimen que hacía tiempo que sabía que había sido ella, pero nunca delatada por la misma. Le había devuelto aquéllo del ectoplasma de hacía dos semanas; cómo no, buscando resquicios para fastidiar a la otra al máximo. Pero en esta ocasión no iba a ser comedida por el mero hecho de estar en una clase con un profesor delante, mucho menos por estar rodeada de gente. Incluso le llegaba a importar un bledo que aquéllo llegase a oídos de sus padres y el castigo fuese sonado. Se encoge de hombros despreocupada cuando escucha al docente pues, haciendo como si nada hubiera dicho; simplemente se calla. ¿Se ha rendido? En absoluto, sólo espera a que esté cerca de ellas para que lo vea bien.-¿Ha visto, profesor?-cuestiona de repente, dejando al adulto algo desconcertado, sin saber muy bien a qué se refiere.-Oh, espere, igual así lo ve mejor.-y ni corta ni perezosa le pega un puñetazo en el tabique de la nariz, ante la mirada atónita de toda la clase. No ha sido muy fuerte, sabe controlarse perfectamente, pero sí lo suficiente como para que le duela un buen rato. ¿Qué decía de pelo blanco? Más le va a costar a ella quitarse el moratón de la cara-.
-¡Señorita Potter, ésto es intolerable!-iracundo, la coge del brazo y la zarandea, con gesto severo.-¡Veinte puntos menos para Slytherin y ahora mismo acompaña usted a la Señorita Nott a la Enfermería! Ya hablaré yo con el Director.-agrega, cogiendo a la segunda mencionada también e instándolas a salir de clase, no sin antes comprobar que la rubia está bien y que Andrómeda no le ha roto nada. La joven Potter se encoge de hombros y, bostezando, sale de clase más larga que ancha, sin ninguna intención de acompañar a nadie a ninguna parte. Cuando no le apetece ir a clase es por algo, lo que pasa es que contemplar la posibilidad de acabar golpeándole la cara a alguien no entra en los planes de lo que su madre y su padre consideran como normal.-¡Ya están tardando!-escucha al traspasar el umbral, seguida por la otra joven. Una vez cierra la puerta la encara, con sorna.-Ey, fíjate, te he arreglado la cara.-sisea, a una distancia prudencial; sabe lo que se hace de sobra.-¿Te ha vuelto la nariz bien a su lugar natural o qué? Si quieres lo repito a ver si te la coloco bien.-agrega, viperina. Si no acaban matándose será un milagro-.
Andrómeda C. Potter*- Slytherin!
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Fecha de inscripción : 17/03/2013
Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
Desde el momento en el que el canoso hombre se acercó a ambas Slytherin, las cosas empezaron a suceder con demasiada rapidez para el gusto de la rubia. Ignoró sus comentarios anteriores porque, por unos segundos empezó a pensar en la posibilidad de firmar una paz momentánea ya que no quería que la casa a la que pertenecían se quedase sin puntos por culpa de una demasiado adormilada Andrómeda, pero la mencionada parecía no compartir su idea. Cuando el puño de la castaña chocó contra la nariz de Arabeth, la rubia tembló por unos instantes mientras daba varios pasos hacia atrás sintiéndose algo desestabilizada. Poso una de sus manos sobre su nariz para comprobar que no estaba sangrando, fue fácil darse cuenta que su nariz estaba perfectamente, pero no obstante, cada vez que la tocaba una corriente de dolor le invadía. Frunció los labios, y volvió a contar, por segunda vez a lo largo del día, hasta cinco, ¿paz?, ¿paz?; bienvenidos a la tercera guerra mundial.
—Juraría que no me merecía eso—afirmó mientras volvía a tocarse la nariz y cerraba los ojos levemente para intentar aliviar el dolor, pero, cuando el profesor sentenció su castigo, los abrió de golpes—Y también juraría que mi casa no se merece pagar esto—se quejó, pero cuando el historiador aumentó cinco puntos al castigo por rechistar, la reina de Slytherin se dio cuenta de que hoy era uno de esos días en los que lo mejor que podía hacer era mantener la boca cerrada. También tuvo deseos de golpearse la cabeza contra la pared, ¿en serio veía lógico después de ver lo que Andrómeda le había hecho, que ella la acompañase a la enfermería? Había dos opciones; o la quería ver muerta, o tal vez no era precisamente la rubia la que necesitaba ayuda médica.
Una vez fuera del aula, Arabeth contuvo las ganas de volver a tocarse la nariz, dolía, por supuesto que dolía, pero su orgullo era más fuerte. Rodó los ojos cuando Andrómeda volvió a hablar, para después mirarla con sorna; sorna que se acabó convirtiendo en una pequeña risa debido a la poca lógica que le veía a sus palabras. Definitivamente, este no era su estilo, pero necesitaba que la chica se callase aunque fuera por unos segundos; sus oídos se lo estaban pidiendo a gritos. Dio un par de pasos hacia delante hasta colocarse en frente de la chica, una vez hecho esto, con rapidez le devolvió el puñetazo, pero lo dirigió hacia el vientre de la chica; no fue un golpe fuerte, para nada, pero sabía que un golpe en esa zona te podía dejar sin respiración durante un par de segundos, se encogió de hombros quitándole importancia al asunto y dejo que su espalda se apoyara en la pared.
—¿Estás segura de que me hacía falta un arreglo en la cara?—preguntó mientras la miraba de reojo, asegurándose de que estaba bien; obviamente, no quería matarla ni dejarla sin respiración como si de un pez fuera del agua se tratara—Hay mucha gente que no piensa eso… por ejemplo, tu primo—comentó, no quería sacar ese tema a relucir, se negaba a hablar de ello, pero era consciente de que a Andrómeda no le resultaría agradable —y por ende, era un tema perfecto en estos momentos—, después de todo…¿quién querría que un familiar tuyo tuviese algún tipo de relación con una de tus mayores ‘enemigas’?—Por cierto, ¿dónde está Charles? No estaba en la clase y ya era bastante tarde… estoy algo preocupada—comentó, mientras se giraba levemente para poder mirar a la chica perfectamente, tras eso, sonrió con inocencia.
Aunque era perfectamente consciente de que ahora si que se merecía un puñetazo.
—Juraría que no me merecía eso—afirmó mientras volvía a tocarse la nariz y cerraba los ojos levemente para intentar aliviar el dolor, pero, cuando el profesor sentenció su castigo, los abrió de golpes—Y también juraría que mi casa no se merece pagar esto—se quejó, pero cuando el historiador aumentó cinco puntos al castigo por rechistar, la reina de Slytherin se dio cuenta de que hoy era uno de esos días en los que lo mejor que podía hacer era mantener la boca cerrada. También tuvo deseos de golpearse la cabeza contra la pared, ¿en serio veía lógico después de ver lo que Andrómeda le había hecho, que ella la acompañase a la enfermería? Había dos opciones; o la quería ver muerta, o tal vez no era precisamente la rubia la que necesitaba ayuda médica.
Una vez fuera del aula, Arabeth contuvo las ganas de volver a tocarse la nariz, dolía, por supuesto que dolía, pero su orgullo era más fuerte. Rodó los ojos cuando Andrómeda volvió a hablar, para después mirarla con sorna; sorna que se acabó convirtiendo en una pequeña risa debido a la poca lógica que le veía a sus palabras. Definitivamente, este no era su estilo, pero necesitaba que la chica se callase aunque fuera por unos segundos; sus oídos se lo estaban pidiendo a gritos. Dio un par de pasos hacia delante hasta colocarse en frente de la chica, una vez hecho esto, con rapidez le devolvió el puñetazo, pero lo dirigió hacia el vientre de la chica; no fue un golpe fuerte, para nada, pero sabía que un golpe en esa zona te podía dejar sin respiración durante un par de segundos, se encogió de hombros quitándole importancia al asunto y dejo que su espalda se apoyara en la pared.
—¿Estás segura de que me hacía falta un arreglo en la cara?—preguntó mientras la miraba de reojo, asegurándose de que estaba bien; obviamente, no quería matarla ni dejarla sin respiración como si de un pez fuera del agua se tratara—Hay mucha gente que no piensa eso… por ejemplo, tu primo—comentó, no quería sacar ese tema a relucir, se negaba a hablar de ello, pero era consciente de que a Andrómeda no le resultaría agradable —y por ende, era un tema perfecto en estos momentos—, después de todo…¿quién querría que un familiar tuyo tuviese algún tipo de relación con una de tus mayores ‘enemigas’?—Por cierto, ¿dónde está Charles? No estaba en la clase y ya era bastante tarde… estoy algo preocupada—comentó, mientras se giraba levemente para poder mirar a la chica perfectamente, tras eso, sonrió con inocencia.
Aunque era perfectamente consciente de que ahora si que se merecía un puñetazo.
Arabeth E. Nott*- Slytherin!
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Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
La respiración se le entrecorta por apenas un instante, no habiendo servido de mucho la distancia interpuesta entre ella y la vástaga de los Nott. Estaba en clara desventaja por aún no gozar plenamente de sus reflejos al encontrarse en un punto entre lo onírico y lo racional aun pareciendo que está más despierta que otra cosa. El aliento se escapa de sus finos labios sin previo aviso, mas el oxígeno vuelve a inundar sus pulmones apenas dos segundos más tarde, siendo la única secuela una boca del estómago algo dolorida, sin más. Si es que cuando alguien quiere morir, quiere morir; ya lo dice su madre cuando su padre ha hecho algo terriblemente mal y acaba durmiendo dos noches de tres en el sofá. Claro que eso es extrapolarlo demasiado, puesto que Andrómeda a Arabeth la mataría de verdad sin ningún reparo. La verdad es que motivos, a su modo de verlo, no es que le falten en absoluto. Más bien le sobran.
Es patética, parece un mono de repetición. Ni siquiera se ha dignado a contestarle porque sabe que tiene todas las de perder seguramente. No es que se sepa superior, que también, sino que tras siete años compartiendo colegio una ya se acostumbra a todas las estupideces que tenga que decirle. Lamentablemente alguna de esas estupideces le calan hondo; así acontece porque tienen que ver con su familia, cosa que para Meda es lo más sagrado que existe. Oprime apenas un momento la zona afectada como acto reflejo tardío y después vuelve la mano hacia el costado, considerando tentadora la idea de sacar la varita y conjurar lo que sea para empotrarla contra una pared y conseguir con ello mandarla a la enfermería por una más que buena razón. Si se estuviera allí dos o tres días más que mejor, le es irrelevante si la expulsan. Pero hay algo que la frena sin remedio, que siempre ha servido para comedirse más que ningún castigo paterno o imposición legal. Arabeth lo sisea, se desliza por sus labios; Andrómeda lo único que quiere es borrarle esa sonrisa autosuficiente a puñetazos que no sean tan gentiles como el anterior. Pero se controla porque esta vez le interesa.
Hace como que no le importa, eso es algo que se le da bien. Lo hace a cada instante. ¿Quién es ella? La despreocupada Potter; nada la preocupada, nada le quita el sueño. Claro, eso refiriéndonos a estudios y a tonterías por el estilo. Digamos que su familia es un tema aparte, que Charles es un tema aparte.-¿Te sientes especial porque mi primo te mire? Te consideraba imbécil, pero no ilusa.-espeta sin pensar, encogiéndose de hombros mientras lucha contra sí misma para no rechinar los dientes, no cerrar los puños con fuerza. Controla su rabia. De entre todas las tías que hay en el castillo tiene que escoger esa, justamente esa. Si las cosas no van bien esa mañana, mucho menos al iniciar conversación tal. ¿Piensa que se la lleva a su terreno? Qué equivocada está.-Lo acosas, que es diferente.-finalmente acaba por dedicarle un mohín de repulsión que aun así resulta elegante, para luego responderle con la misma sonrisa adorable con la que ella ha comenzado.-Supongo que es cosa de familia eso de sentir náuseas al verte.-se encoge de hombros como si nada.-Eres muy predecible, Arabeth. No me toques los ovarios.-añade, poniendo los ojos en blanco.-A diferencia de ti a una no le importan las personas sólo cuando busca joder a otros. No sé qué es más patético, si tú o lo que dices.-Chasquea la lengua y se atusa un poco el pelo, pensando en cómo mierda le ha podido caer bien esa mujer alguna vez en la vida. A veces encuentra puntos, matices, que se disuelven en cuanto abre la boca; eran una Potter y una Nott, antagónicas por definición del término. No pasa por su cabeza nunca que las excepciones a la regla también existen. Nunca-.
Es patética, parece un mono de repetición. Ni siquiera se ha dignado a contestarle porque sabe que tiene todas las de perder seguramente. No es que se sepa superior, que también, sino que tras siete años compartiendo colegio una ya se acostumbra a todas las estupideces que tenga que decirle. Lamentablemente alguna de esas estupideces le calan hondo; así acontece porque tienen que ver con su familia, cosa que para Meda es lo más sagrado que existe. Oprime apenas un momento la zona afectada como acto reflejo tardío y después vuelve la mano hacia el costado, considerando tentadora la idea de sacar la varita y conjurar lo que sea para empotrarla contra una pared y conseguir con ello mandarla a la enfermería por una más que buena razón. Si se estuviera allí dos o tres días más que mejor, le es irrelevante si la expulsan. Pero hay algo que la frena sin remedio, que siempre ha servido para comedirse más que ningún castigo paterno o imposición legal. Arabeth lo sisea, se desliza por sus labios; Andrómeda lo único que quiere es borrarle esa sonrisa autosuficiente a puñetazos que no sean tan gentiles como el anterior. Pero se controla porque esta vez le interesa.
Hace como que no le importa, eso es algo que se le da bien. Lo hace a cada instante. ¿Quién es ella? La despreocupada Potter; nada la preocupada, nada le quita el sueño. Claro, eso refiriéndonos a estudios y a tonterías por el estilo. Digamos que su familia es un tema aparte, que Charles es un tema aparte.-¿Te sientes especial porque mi primo te mire? Te consideraba imbécil, pero no ilusa.-espeta sin pensar, encogiéndose de hombros mientras lucha contra sí misma para no rechinar los dientes, no cerrar los puños con fuerza. Controla su rabia. De entre todas las tías que hay en el castillo tiene que escoger esa, justamente esa. Si las cosas no van bien esa mañana, mucho menos al iniciar conversación tal. ¿Piensa que se la lleva a su terreno? Qué equivocada está.-Lo acosas, que es diferente.-finalmente acaba por dedicarle un mohín de repulsión que aun así resulta elegante, para luego responderle con la misma sonrisa adorable con la que ella ha comenzado.-Supongo que es cosa de familia eso de sentir náuseas al verte.-se encoge de hombros como si nada.-Eres muy predecible, Arabeth. No me toques los ovarios.-añade, poniendo los ojos en blanco.-A diferencia de ti a una no le importan las personas sólo cuando busca joder a otros. No sé qué es más patético, si tú o lo que dices.-Chasquea la lengua y se atusa un poco el pelo, pensando en cómo mierda le ha podido caer bien esa mujer alguna vez en la vida. A veces encuentra puntos, matices, que se disuelven en cuanto abre la boca; eran una Potter y una Nott, antagónicas por definición del término. No pasa por su cabeza nunca que las excepciones a la regla también existen. Nunca-.
Andrómeda C. Potter*- Slytherin!
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Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
Vuelve a mirarla de reojo, con disimulo, por un breve par de segundos para poder así asegurarse de que su enemiga declarada sigue con vida —cosa de la que no sabe si alegrarse o no—. Tras eso le mantiene la mirada, sigue sonriendo; observa lentamente como sus cejas se fruncen levemente ante la mención del miembro de su familia, aunque en seguida intenta disimularlo, la sonrisa de Arabeth se amplia, pero pronto, desaparece. Si bien los gestos de Andrómeda son disimulados, nota el veneno en sus palabras, reconoce la rabia que se siente cuando te nombran algo que te importa, y por eso, es Arabeth la que en ese momento alza una ceja. Dejando de lado el tema de Charles que si bien era importante no era el principal, ¿qué sabía esa lagartija acerca de lo que podía sentir o no sentir por las personas? ¿qué sabía ella si le preocupaban o importaban? ¿qué sabía…?
Se frena al darse cuenta del rumbo que toman sus pensamientos, se detiene al darse cuenta de que por su mente están revoleando sentimientos, y se recuerda a sí misma las palabras de su abuela, sus consejos; Arabeth se apaga, y se vuelve a encender como si se tratará de un autómata, se reinicia. Empieza a reírse cantarinamente para luego coger una pluma que tenía en su bolsillo y empezar a jugar con ella, tirándola en el aire y cogiéndola; ignorando a Andromeda, a ella, y a sus palabras.
—Seré muy previsible, Andrómeda… ¿pero cuando te vas a dar cuenta de que me da igual lo que pienses de mi y lo que me digas?—preguntó distraidamente mientras volvía a lanzar la pluma, en esta ocasión más alto—Exacto lagartija, has dado en el clavo, yo no tengo sentimientos, me das igual tú y el resto de personas del mundo—reconoció para luego volver a mirarla y volver a tomar el tema que sabe que es el que más duele; la familia, los sentimientos—Pero a ti en cambio te ha quemado por dentro que nombrase a tu primo, y seguramente si me acercase a tu hermano me saltarías al cuello… dime, cuéntame, ¿me clavarías esta pluma en el ojo si le rozara el brazo?—volvió a preguntar mientras esta vez jugaba con la pluma con sus dedos, dándole vueltas—¿Te convertirías en el caballero dorado dispuesto a salvarle? Oh, vaya, qué humana eres… me alegra decirte que tú a mí también me das asco, desde el principio, desde el primer día.
Una vez dicho todo aquello, baja su mirada de los ojos de la chica y la dirige a la varita de la misma, instándole a sacarla, a utilizarla; no quiere atacar, sabe que se sentiría satisfecha estampándola contra la pared, pero no lo encuentra necesario, prefiere reservar su varita para ocasiones más merecedoras. Pero, no obstante, no puede evitar disfrutar tentándola, sacándola de quicio, haciéndole desear coger su varita y lanzarle un maleficio. Vuelve a mirar a Andrómeda, ¿una tregua definitiva? A cada día que pasaba, veía más probable que todas las personas del mundo tuvieran magia a que aquello sucediera.
Se frena al darse cuenta del rumbo que toman sus pensamientos, se detiene al darse cuenta de que por su mente están revoleando sentimientos, y se recuerda a sí misma las palabras de su abuela, sus consejos; Arabeth se apaga, y se vuelve a encender como si se tratará de un autómata, se reinicia. Empieza a reírse cantarinamente para luego coger una pluma que tenía en su bolsillo y empezar a jugar con ella, tirándola en el aire y cogiéndola; ignorando a Andromeda, a ella, y a sus palabras.
—Seré muy previsible, Andrómeda… ¿pero cuando te vas a dar cuenta de que me da igual lo que pienses de mi y lo que me digas?—preguntó distraidamente mientras volvía a lanzar la pluma, en esta ocasión más alto—Exacto lagartija, has dado en el clavo, yo no tengo sentimientos, me das igual tú y el resto de personas del mundo—reconoció para luego volver a mirarla y volver a tomar el tema que sabe que es el que más duele; la familia, los sentimientos—Pero a ti en cambio te ha quemado por dentro que nombrase a tu primo, y seguramente si me acercase a tu hermano me saltarías al cuello… dime, cuéntame, ¿me clavarías esta pluma en el ojo si le rozara el brazo?—volvió a preguntar mientras esta vez jugaba con la pluma con sus dedos, dándole vueltas—¿Te convertirías en el caballero dorado dispuesto a salvarle? Oh, vaya, qué humana eres… me alegra decirte que tú a mí también me das asco, desde el principio, desde el primer día.
Una vez dicho todo aquello, baja su mirada de los ojos de la chica y la dirige a la varita de la misma, instándole a sacarla, a utilizarla; no quiere atacar, sabe que se sentiría satisfecha estampándola contra la pared, pero no lo encuentra necesario, prefiere reservar su varita para ocasiones más merecedoras. Pero, no obstante, no puede evitar disfrutar tentándola, sacándola de quicio, haciéndole desear coger su varita y lanzarle un maleficio. Vuelve a mirar a Andrómeda, ¿una tregua definitiva? A cada día que pasaba, veía más probable que todas las personas del mundo tuvieran magia a que aquello sucediera.
Arabeth E. Nott*- Slytherin!
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Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
Pelear a tales horas de la mañana no puede ser sano, definitivamente. Una no tiene el organismo al cien por cien como para dar por culo bastante. Claro que, tratándose de Arabeth Nott, no necesita ni el veinte por ciento, sería energía estúpidamente malgastada y no está como para andar derrochando virtudes con quien se empeña en degradarla con comentarios más que mal intencionados. Pero es que para Andrómeda Cadeyrn Potter eso no es un juego usual, no es algo en lo que meramente se pierde o se gana; si así fuera bastaría con dejarla inconsciente sin más. Para la joven de cabello cobrizo aquéllo es cuestión de principios, de que le hierve la sangre cada vez que la ve mencionar a su familia y mucho más si en su podre lengua se encuentra el nombre de su primo. Y es que la envidia no es buena mezcla con enemistad aplastante. Nunca lo ha sido. Y sí, a sí misma no le cuesta el hecho de admitirse que todo lo que se trae con él le importa más de lo que pudiese estar estipulado según canones sociales, que en cierto punto llega a sentir algo de envidia. ¿Por qué? Porque su carácter es así, porque es una serpiente con unos arrestros y unos impulsos más grandes que su ego y porque a los peligros no los evita, los arranca de cuajo.
Ambas pasan de la otra, a sabiendas que puede que no dentro de mucho tiempo el profesor las escuche hablar en el pasillo y vuelva a salir del aula para mandarlas por fin a la enfermería con cuatro gritos de más. Si en algo deben de estar de acuerdo después de tanto tiempo siendo veneno para la contraria, es de que ni en la más remota situación moverán un dedo por hacer algo bueno por sí; luz y oscuridad, materia y antimateria; parece que el único objetivo es destruirse, no hay otra manera de estar juntas entre cuatro paredes.-Te clavaría esa pluma aunque tocases a una columna.-afirma, reparando entonces en su hermano. Jhon es su mitad, el que ha salido del mismo vientre que ella, con el que tiene una conexión que no tiene con ningún otro ser en este mundo; si ya está muerta acercándose a Charles, no es comparable siquiera con si se le acerca a su hermano pequeño.-Pero él se sabe cuidar solo, no necesita de mí. Que tú necesites ir mendigando protección porque eres completamente nula no significa que los demás lo seamos, asúmelo.-cada palabra más punzante, más hiriente. Parece una subasta al mejor postor. ¿Quién da más? Su mirada está llena de desprecio, de antipatía, de rencor quizás. Más sentimientos negativos que los que Andrómeda alberga en el momento no suelen darse juntos.-Normal, eres una amargada, te debes dar asco hasta a ti misma.-la última palabra en sus labios. Porque sí, tiene esa costumbre. Pasa de la sonrisa falsa esbozada en los labios, ella no es un mero papel como lo que tiene delante de las narices-.
Ya se ha cerciorado de lo que la rubia mira hace unos segundos, pero no va a caer. No hay cosa que más le agradase en tal instante, pero ha vivido lo suficiente como para ver las intenciones bajo todos esos comentarios; es un don. Estalla en una carcajada, sonora, limpia. Cruel.-¿Tan cría eres? Si te sientes sola cómprate una mandrágora, sois clavaditas; a mí déjame en paz.-y mantiene alta la cabeza, empezando a aburrirse.-Que seas lo peor y que hagas como que nadie te importa por el mero hecho de que te asusta querer a los demás no es culpa mía, paga con otro tu frustración de amargada social.-rueda los ojos.-Y encima mientes fatal.-añade, escuchando cómo los nerviosos pasos del profesor se acercan a la puerta. No, no piensa acompañarla ni al Infierno-.
Ambas pasan de la otra, a sabiendas que puede que no dentro de mucho tiempo el profesor las escuche hablar en el pasillo y vuelva a salir del aula para mandarlas por fin a la enfermería con cuatro gritos de más. Si en algo deben de estar de acuerdo después de tanto tiempo siendo veneno para la contraria, es de que ni en la más remota situación moverán un dedo por hacer algo bueno por sí; luz y oscuridad, materia y antimateria; parece que el único objetivo es destruirse, no hay otra manera de estar juntas entre cuatro paredes.-Te clavaría esa pluma aunque tocases a una columna.-afirma, reparando entonces en su hermano. Jhon es su mitad, el que ha salido del mismo vientre que ella, con el que tiene una conexión que no tiene con ningún otro ser en este mundo; si ya está muerta acercándose a Charles, no es comparable siquiera con si se le acerca a su hermano pequeño.-Pero él se sabe cuidar solo, no necesita de mí. Que tú necesites ir mendigando protección porque eres completamente nula no significa que los demás lo seamos, asúmelo.-cada palabra más punzante, más hiriente. Parece una subasta al mejor postor. ¿Quién da más? Su mirada está llena de desprecio, de antipatía, de rencor quizás. Más sentimientos negativos que los que Andrómeda alberga en el momento no suelen darse juntos.-Normal, eres una amargada, te debes dar asco hasta a ti misma.-la última palabra en sus labios. Porque sí, tiene esa costumbre. Pasa de la sonrisa falsa esbozada en los labios, ella no es un mero papel como lo que tiene delante de las narices-.
Ya se ha cerciorado de lo que la rubia mira hace unos segundos, pero no va a caer. No hay cosa que más le agradase en tal instante, pero ha vivido lo suficiente como para ver las intenciones bajo todos esos comentarios; es un don. Estalla en una carcajada, sonora, limpia. Cruel.-¿Tan cría eres? Si te sientes sola cómprate una mandrágora, sois clavaditas; a mí déjame en paz.-y mantiene alta la cabeza, empezando a aburrirse.-Que seas lo peor y que hagas como que nadie te importa por el mero hecho de que te asusta querer a los demás no es culpa mía, paga con otro tu frustración de amargada social.-rueda los ojos.-Y encima mientes fatal.-añade, escuchando cómo los nerviosos pasos del profesor se acercan a la puerta. No, no piensa acompañarla ni al Infierno-.
Andrómeda C. Potter*- Slytherin!
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Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
A Arabeth le estaba empezando a doler la cabeza, el bucle sin fin de ataque y contraataque en el que se hallaban envueltas estaba empezando a martillearle la cabeza, ¿si nadie las separaba seguirían así hasta que el actual director del colegio apareciese en los cuadros de los pasillos? ¿o se matarían antes de que diera el amanecer? Andrómeda le desesperaba; le desesperaba como pocas personas a decir verdad, no paraba de sacar conclusiones sin tener idea del asunto en cuestión, afirmaba cosas sin sentido, ¿asco hacia sí misma?, oh sí, y también opinaba que besar a un thestral podría tener su aquel. Maldijo varias decenas de veces a la castaña que tenía delante por no lavarse la cara al levantarse, si lo hubiese hecho ahora estaría disfrutando de una clase de Historia de la Magia y no perdiendo el tiempo.
Y probablemente tampoco le dolería la nariz.
Roló los ojos ante su último ataque, en esos momentos se encontraba lo suficientemente concentrada como para que no le afectase su afirmación acerca de sus propios miedos, estaba lo suficientemente segura de que era lo que debía y no debía hacer según le habían enseñado para que ni siquiera le diera importancia a la cruda acusación de la castaña; que fuera verdad o no, era algo que ahora mismo ni se iba a molestar en plantearse; no le iba a dar ese lujo a Andrómeda, bastante tenía ya con tener que soportarla —realmente esperaba que el karma se portase bien con ella después de tal hazaña—.
—¿Podrías callarte? ¿o al menos no hablar sobre cosas que no sabes? Te comprendo, pequeña largartija, estás cabreada, pero ni necesito mendigar protección, ni me doy asco a mí misma, ni mucho menos le tengo miedo a querer a alguien—terminó, dando por zanjado aquel tema, pero tras eso, volvió a acercarse a la chica—En cambio, sí que puedo asegurar que no es mi culpa que me tengas envidia, que odies que nombre a Charles, que lo mire, o que lo toque, porque, obviamente no es precisamente culpa mía que te guste tu primo, tú eres la única que está insultando aquí, yo sólo estoy diciendo verdades, ¿no serás tú la que está amargada, o resentida, o sientes envidia por cierto tema en particular?—preguntó mientras volvía a avanzar otro paso.
Pero justo cuando iba a volver a hablar la puerta se abrió de golpe, dejando paso a cierto profesor cuyas cejas se encontraban mucho más fruncidas que las de ambas chicas, y, antes de que alguna de las dos pudiera decir una palabra, cogió a las serpientes de las camisetas y empezó a caminar con paso firme —cabía destacar que el hombre era demasiado corpulento para que las chicas se pudieran resistir—, sin detenerse ni un segundo afirmando que el mismo las llevaría a las enfermería, y comentándoles que nuevamente, el número de puntos perdidos por Slytherin había aumentado. Arabeth resopló y le dio un par de patadas al suelo mientras seguía siendo arrastrada.
—¡Esto no tiene ningún sentido! ¡sé caminar!—se revolvió, algo incómoda debido a la ridícula situación que estaban sufriendo en la cual, se sentía como una mascota siendo llevada a pasear, tal vez esta era la pelea más extraña que habían tenido en por lo menos, las dos últimas semanas, volvió a dirigir su mirada hacia Andrómeda con algo de rencor—¿Ves la que has liado? ¡si hubieses mirado por donde ibas desde el principio no habría pasado esto!—acusó infantilmente, olvidando por un momento las palabras mucho más graves que le iba a soltar momentos antes de que entrara el verdugo de ambas chicas.
Y probablemente tampoco le dolería la nariz.
Roló los ojos ante su último ataque, en esos momentos se encontraba lo suficientemente concentrada como para que no le afectase su afirmación acerca de sus propios miedos, estaba lo suficientemente segura de que era lo que debía y no debía hacer según le habían enseñado para que ni siquiera le diera importancia a la cruda acusación de la castaña; que fuera verdad o no, era algo que ahora mismo ni se iba a molestar en plantearse; no le iba a dar ese lujo a Andrómeda, bastante tenía ya con tener que soportarla —realmente esperaba que el karma se portase bien con ella después de tal hazaña—.
—¿Podrías callarte? ¿o al menos no hablar sobre cosas que no sabes? Te comprendo, pequeña largartija, estás cabreada, pero ni necesito mendigar protección, ni me doy asco a mí misma, ni mucho menos le tengo miedo a querer a alguien—terminó, dando por zanjado aquel tema, pero tras eso, volvió a acercarse a la chica—En cambio, sí que puedo asegurar que no es mi culpa que me tengas envidia, que odies que nombre a Charles, que lo mire, o que lo toque, porque, obviamente no es precisamente culpa mía que te guste tu primo, tú eres la única que está insultando aquí, yo sólo estoy diciendo verdades, ¿no serás tú la que está amargada, o resentida, o sientes envidia por cierto tema en particular?—preguntó mientras volvía a avanzar otro paso.
Pero justo cuando iba a volver a hablar la puerta se abrió de golpe, dejando paso a cierto profesor cuyas cejas se encontraban mucho más fruncidas que las de ambas chicas, y, antes de que alguna de las dos pudiera decir una palabra, cogió a las serpientes de las camisetas y empezó a caminar con paso firme —cabía destacar que el hombre era demasiado corpulento para que las chicas se pudieran resistir—, sin detenerse ni un segundo afirmando que el mismo las llevaría a las enfermería, y comentándoles que nuevamente, el número de puntos perdidos por Slytherin había aumentado. Arabeth resopló y le dio un par de patadas al suelo mientras seguía siendo arrastrada.
—¡Esto no tiene ningún sentido! ¡sé caminar!—se revolvió, algo incómoda debido a la ridícula situación que estaban sufriendo en la cual, se sentía como una mascota siendo llevada a pasear, tal vez esta era la pelea más extraña que habían tenido en por lo menos, las dos últimas semanas, volvió a dirigir su mirada hacia Andrómeda con algo de rencor—¿Ves la que has liado? ¡si hubieses mirado por donde ibas desde el principio no habría pasado esto!—acusó infantilmente, olvidando por un momento las palabras mucho más graves que le iba a soltar momentos antes de que entrara el verdugo de ambas chicas.
Arabeth E. Nott*- Slytherin!
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Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
A fin de cuentas no es ella la que explota. Su aburrimiento sólo es proporcional a las vueltas que ambas quieran darle al tema. Y es que se trata de la pescadilla que se muerde la cola, un tornillo sin fin que lo único que hace es polarizar los ánimos cada vez más, hasta que el odio sea tan cegador que ningún motivo ajeno a la disputa consiga frenarlas. En cierto modo Andrómeda sabe que después de ésto llegará un día en que ninguna sea tan comedida como lo está siendo y que las cosas acabarán bastante peor. Pero lo que prima es el presente, no un futuro incierto o un pasado por el que no se puede hacer nada. Escucha sus primeras palabras, o más bien las oye, con las entrañas anestesiadas de pullas y sinsentidos que no le aportan nada nuevo. Sólo están haciendo corpóreo y hablado lo que ya saben que piensan, no es algo nuevo en absoluto. Prefiere poner tierra de por medio y cuando se le acerca ella se va hacia un lado, bostezando larga y tranquilamente; ella ya ha dicho todo lo que tiene que decir y cualquier puñal procedente de aquella niñata le resbala completamente.
Y no va a negar que tiene razón, porque la tiene. A diferencia de ella sabe reconocer cuando uno está en un acierto, no lo cree una desventaja ni mucho menos un triunfo. Sólo sabe que atacar, atacar y atacar, haciendo hincapié en temas que ni siquiera tienen que ver con el inicio del conflicto. Son tan pocos sus recursos que ha tenido que recurrir a eso, a los golpes bajos y a saltar en la yugular con algo que para Andrómeda está poco menos que en un pedestal. No sabe de dónde saca esa concepción de que bebe los vientos por Charles, principalmente porque por mucho que pueda llegar a estar en lo cierto, mucho tendría que interesarle también con quién anduviese el Gryffindor. Como si ella misma no estuviese intentando hacerla sentir pequeña y humillada por el hecho de que le jode más de una cosa respecto al tema en cuestión.-Búscate tus propios argumentos, sobre todo unos que no se te puedan aplicar por igual.-vuelve a bostezar, notando el cansancio seguir anidando en su cuerpo. Sí, es cierto, la verdad es que miente peor que habla.-Que yo sepa no soy la que se ha puesto como una fiera a primeras. No eres coherente.-agrega, para luego escuchar el ruido de la puerta y girar la mirada con desgarbo y profunda apatía. Sólo tiene ganas de irse otra vez a dormir, o buscar a Minnie para hacer una escapada a Hogsmeade-.
No sabe cómo de pronto se encuentra caminando por el pasillo arrastrada por el opulento docente, del brazo contrario al que mantiene asida a su combatiente, que se empieza a quejar como es predecible.-Te jodes.-espeta, cansada de tanta tontería. Su mal humor aumenta y su paciencia no es infinita. Hace un brusco gesto para soltarse del agarre del hombre y cuando éste la fulmina con la mirada incluso con más desagrado que lo hecho en el aula, vuelve a pegar un tirón mientras le mantiene esa mirada con total insolencia.-La que no está vacunada contra la rabia es ella, no yo. Lo puede comprobar perfectamente.-sisea, aguantando la risa para fijarse en las armaduras que van pasando conforme avanzan. El hombre sólo hace que asirlas con más fuerza.-Cállense ambas.-ordena y Andrómeda responde con un nuevo bostezo, sin intención alguna más de soltarse. Bien pensado donde se encuentra el despacho del Director hay un sofá bastante cómodo, puede que consiga dormir después de todo-.
Y no va a negar que tiene razón, porque la tiene. A diferencia de ella sabe reconocer cuando uno está en un acierto, no lo cree una desventaja ni mucho menos un triunfo. Sólo sabe que atacar, atacar y atacar, haciendo hincapié en temas que ni siquiera tienen que ver con el inicio del conflicto. Son tan pocos sus recursos que ha tenido que recurrir a eso, a los golpes bajos y a saltar en la yugular con algo que para Andrómeda está poco menos que en un pedestal. No sabe de dónde saca esa concepción de que bebe los vientos por Charles, principalmente porque por mucho que pueda llegar a estar en lo cierto, mucho tendría que interesarle también con quién anduviese el Gryffindor. Como si ella misma no estuviese intentando hacerla sentir pequeña y humillada por el hecho de que le jode más de una cosa respecto al tema en cuestión.-Búscate tus propios argumentos, sobre todo unos que no se te puedan aplicar por igual.-vuelve a bostezar, notando el cansancio seguir anidando en su cuerpo. Sí, es cierto, la verdad es que miente peor que habla.-Que yo sepa no soy la que se ha puesto como una fiera a primeras. No eres coherente.-agrega, para luego escuchar el ruido de la puerta y girar la mirada con desgarbo y profunda apatía. Sólo tiene ganas de irse otra vez a dormir, o buscar a Minnie para hacer una escapada a Hogsmeade-.
No sabe cómo de pronto se encuentra caminando por el pasillo arrastrada por el opulento docente, del brazo contrario al que mantiene asida a su combatiente, que se empieza a quejar como es predecible.-Te jodes.-espeta, cansada de tanta tontería. Su mal humor aumenta y su paciencia no es infinita. Hace un brusco gesto para soltarse del agarre del hombre y cuando éste la fulmina con la mirada incluso con más desagrado que lo hecho en el aula, vuelve a pegar un tirón mientras le mantiene esa mirada con total insolencia.-La que no está vacunada contra la rabia es ella, no yo. Lo puede comprobar perfectamente.-sisea, aguantando la risa para fijarse en las armaduras que van pasando conforme avanzan. El hombre sólo hace que asirlas con más fuerza.-Cállense ambas.-ordena y Andrómeda responde con un nuevo bostezo, sin intención alguna más de soltarse. Bien pensado donde se encuentra el despacho del Director hay un sofá bastante cómodo, puede que consiga dormir después de todo-.
Andrómeda C. Potter*- Slytherin!
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Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
Si alguien pudiera darle ahora mismo una espada a Arabeth, probablemente lo primero que haría la chica ahora mismo sería cortarse la cabeza, o no, mejor dicho, cortarle la cabeza a la chica que estaba siendo sujeta por cierto profesor a tan sólo unos centímetros de donde ella se encontraba. Ni siquiera había podido responder a los últimos comentarios que le había hecho la chica por culpa de las prisas que el señorito —o mejor dicho, señor— parecía tener. Sí, era cierto que la acusación que le estaba dirigiendo era bastante aplicable hacia ella también, pero ambas situaciones eran completamente distintas; o más bien, las sangres de ambas, y las del chico en cuestión, eran distintas. Negó con la cabeza con insistencia, Charles no era el principal motivo de su enemistad, ¿por qué mencionarlo con tanta insistencia?
—Andrómeda, cállate ya, ojalá llegue el día en el que te muerdas la lengua y te envenenes—siseó mientras harta ya de tanto insulto sin fin mientras miraba al techo distraídamente, como si este fuera a conseguir que a Andrómeda le cosieran los labios. No obstante, Arabeth volvía a la realidad cuando el gorila que tenían al lado giró por el camino contrario al de la enfermería, la rubia alzó una ceja al darse cuenta de que, al sitio al que se dirigían, era al despacho del director, por lo que, con uno de sus dedos empezó a tocar el brazo del gorila… o bueno, profesor—¡Oiga!, tenía entendido que íbamos a la enfermería, ¿Después de que me dé un puñetazo, y tener que aguantar su voz voy a tener que escuchar más gritos?—repuso indignada mientras le dirigía una rápida mirada a Andrómeda, fría, escueta, tal vez advirtiéndo que no dijera nada –después de todo, ya sabía cómo funcionaba la castaña- o lanzaría un hechizo para que cualquiera de las armaduras de que había a su alrededor cayera sobre ella. Justicia divina, ¿dónde estás cuando se te necesita?
Al cabo de varios segundos de camino, llegaron a su destino, no obstante incluso cuando ya se habían adentrado en el despacho del directo el profesor no les soltó del brazo; ni siquiera lo hizo cuando empezó a relatarle al director todo lo sucedido. Arabeth no podía hacer otra cosa que mirar la mullida silla que tenía frente a ella; tenía sueño, estaba cansada, le dolía la cabeza, y tenía a Andrómeda al lado, ¿sería imposible empeorar el día que a penas acababa de comenzar?
Sí, sí que era algo perfectamente posible.
Tendréis que limpiar entre las dos juntas, durante dos semanas el castillo por supuesto, el uso de varitas estará completamente prohibido, y la idea de repartiros el trabajo para evitaros es inviable; juntas, las dos.
Probablemente Arabeth preferiría mil veces la idea de ser expulsada a la propuesta por el director, no por el hecho de limpiar —lo cual no le importaba— sino por la compañía que tendría, miró durante un momento a Andrómeda y nuevamente volvió a negar con la cabeza, además, no puedo evitar empezar a reír; ¿cooperar con ella? Imposible, apreciaba lo suficiente Hogwarts como para querer salvarlo de una explosión segura.
—Disculpe, pero yo no puedo limpiar con esa cosa—zanjó, aunque su subconsciente le estuviera afirmando que no había elección posible. Por unos momentos, Arabeth intentó recordar cuál de sus píes había pisado primero el sueño esa mañana.
—Andrómeda, cállate ya, ojalá llegue el día en el que te muerdas la lengua y te envenenes—siseó mientras harta ya de tanto insulto sin fin mientras miraba al techo distraídamente, como si este fuera a conseguir que a Andrómeda le cosieran los labios. No obstante, Arabeth volvía a la realidad cuando el gorila que tenían al lado giró por el camino contrario al de la enfermería, la rubia alzó una ceja al darse cuenta de que, al sitio al que se dirigían, era al despacho del director, por lo que, con uno de sus dedos empezó a tocar el brazo del gorila… o bueno, profesor—¡Oiga!, tenía entendido que íbamos a la enfermería, ¿Después de que me dé un puñetazo, y tener que aguantar su voz voy a tener que escuchar más gritos?—repuso indignada mientras le dirigía una rápida mirada a Andrómeda, fría, escueta, tal vez advirtiéndo que no dijera nada –después de todo, ya sabía cómo funcionaba la castaña- o lanzaría un hechizo para que cualquiera de las armaduras de que había a su alrededor cayera sobre ella. Justicia divina, ¿dónde estás cuando se te necesita?
Al cabo de varios segundos de camino, llegaron a su destino, no obstante incluso cuando ya se habían adentrado en el despacho del directo el profesor no les soltó del brazo; ni siquiera lo hizo cuando empezó a relatarle al director todo lo sucedido. Arabeth no podía hacer otra cosa que mirar la mullida silla que tenía frente a ella; tenía sueño, estaba cansada, le dolía la cabeza, y tenía a Andrómeda al lado, ¿sería imposible empeorar el día que a penas acababa de comenzar?
Sí, sí que era algo perfectamente posible.
Tendréis que limpiar entre las dos juntas, durante dos semanas el castillo por supuesto, el uso de varitas estará completamente prohibido, y la idea de repartiros el trabajo para evitaros es inviable; juntas, las dos.
Probablemente Arabeth preferiría mil veces la idea de ser expulsada a la propuesta por el director, no por el hecho de limpiar —lo cual no le importaba— sino por la compañía que tendría, miró durante un momento a Andrómeda y nuevamente volvió a negar con la cabeza, además, no puedo evitar empezar a reír; ¿cooperar con ella? Imposible, apreciaba lo suficiente Hogwarts como para querer salvarlo de una explosión segura.
—Disculpe, pero yo no puedo limpiar con esa cosa—zanjó, aunque su subconsciente le estuviera afirmando que no había elección posible. Por unos momentos, Arabeth intentó recordar cuál de sus píes había pisado primero el sueño esa mañana.
Arabeth E. Nott*- Slytherin!
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Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
Se aburre rápido de las cosas, lo admite, pero en esa ocasión es que resulta tan terriblemente monótono que se podría aburrir hasta una piedra. No porque le aburra discutir o los insultos, sino porque lo está haciendo con alguien cuya originalidad es nula. Argumentos sacados de sus propias conclusiones, piques infantiles que no llevan a ninguna parte; aquéllo no podía ser denominado una discusión seria, eso desde luego. Pero claramente el orgullo siempre juega su parte, está en medio de la batalla campal, y la envidia y el rencor también hacen de las suyas. Si no tuviese que ver nada con Charles simplemente se limitaría a ignorarla, a hacer como que no la tiene delante, pero no puede, es superior a sus fuerzas, a sus principios y a todo lo que le han enseñado desde que era cría. No es que defienda lo que es suyo, porque por supuesto no considera a su primo de su propiedad ni mucho menos, él es libre; defiende a lo que quiere y a lo que valora, sin querer dejar que la joven Nott lo quiera a la par. Se niega.
-Discúlpela, es que es corta de entendederas.-susurra cuando su combatiente acaba por sacar a relucir más aún su inmadurez. No es que Andrómeda sea madura ni responsable, es más bien todo lo contrario, pero hay varios aspectos que tiene asumidos y que obviamente dirían muy poco a favor de su persona, y uno de ellos es montar un numerito tal cuando está claro que van a acabar castigadas de todas las maneras. Como si replicar fuese a solucionar algo. Ya se vengará cuando terminen cual sea que sea el castigo impuesto hechizando alguno de los componentes de la comida del profesor o alguna que otra broma de mal gusto más. Donde las dan las toman suelen decir. Es por ello que está más tranquila que nunca, descendiendo su paso tan sólo para hacer más tedioso al adulto que las empuja hacia su destino todo el recorrido, divertida con ello. Ni siquiera repara en las miradas asesinas por parte de la rubia, tiene la mente en otro planeta. Después de dormir un rato largo debe de plantearse el hecho de volver a movilizar a medio curso para convocar una fiesta, o al menos reunir a sus compañeras de habitación para hacer de las suyas una vez más. Sí, mal influencia a todo el colegio o poco menos-.
Cuando llegan al despacho del Director y el hombre que las mantiene cautivas no las suelta, ni corta ni perezosa se sienta en el suelo, haciendo caso omiso a los intentos del varón por levantarla de ahí. ¡Son casi las nueve de la mañana! Que no le pidan estar de pie tanto tiempo, es dormilona por naturaleza y necesita sus dos horas de adaptación al medio real y no onírico. Pero claro, Murphy no está de su parte hoy ni por asomo, por lo que cuando escucha la sentencia del Director se limita a levantar una ceja y suspirar largamente, justo en el momento en el que Arabeth comienza a reírse. Definitivamente no sabe mentir y está mal de la cabeza. Bueno, esa sería la única explicación coherente a sus delirios de grandeza y su complejo de niña pequeña.-¿Prefieres el cepillo de dientes o tu propio pelo como balleta? Es todo ventajas, está igual de cochambroso y te aseguras que no lo pierdes.-chasquea la lengua, sentada sin inmutarse, mientras el Director le dirige con reprobación ambos ojos, pero ella le mantiene la mirada con tal ímpetu que resulta casi imposible no apartarla.-Mire, yo ahora me voy a dormir. Si eso luego.-puntualiza, para medio segundo después escuchar su nombre pronunciado al completo.-Ahora. Las dos. Empezaréis por la sala de trofeos. Como os vea pelearos otra vez quedaréis expulsadas,¿me he explicado con suficiente claridad, señoritas?-las palabras del Director pueden no ir a misa para la de cabello cobrizo, pero la idea de pasarse las vacaciones de Navidad encerrada en casa definitivamente no la seducen. Acaba por levantarse y entonces sí fijar su vista en Arabeth, sin ninguna expresión en especial.-Muévete. Esa cosa tiene las mismas ganas que tú de ésto y pasa de aguantar niñerías.-le advierte, mientras ambos magos comparten escuetas palabras e instrucciones, volviendo a ponerlas en marcha. Vaya mañanita-.
-Discúlpela, es que es corta de entendederas.-susurra cuando su combatiente acaba por sacar a relucir más aún su inmadurez. No es que Andrómeda sea madura ni responsable, es más bien todo lo contrario, pero hay varios aspectos que tiene asumidos y que obviamente dirían muy poco a favor de su persona, y uno de ellos es montar un numerito tal cuando está claro que van a acabar castigadas de todas las maneras. Como si replicar fuese a solucionar algo. Ya se vengará cuando terminen cual sea que sea el castigo impuesto hechizando alguno de los componentes de la comida del profesor o alguna que otra broma de mal gusto más. Donde las dan las toman suelen decir. Es por ello que está más tranquila que nunca, descendiendo su paso tan sólo para hacer más tedioso al adulto que las empuja hacia su destino todo el recorrido, divertida con ello. Ni siquiera repara en las miradas asesinas por parte de la rubia, tiene la mente en otro planeta. Después de dormir un rato largo debe de plantearse el hecho de volver a movilizar a medio curso para convocar una fiesta, o al menos reunir a sus compañeras de habitación para hacer de las suyas una vez más. Sí, mal influencia a todo el colegio o poco menos-.
Cuando llegan al despacho del Director y el hombre que las mantiene cautivas no las suelta, ni corta ni perezosa se sienta en el suelo, haciendo caso omiso a los intentos del varón por levantarla de ahí. ¡Son casi las nueve de la mañana! Que no le pidan estar de pie tanto tiempo, es dormilona por naturaleza y necesita sus dos horas de adaptación al medio real y no onírico. Pero claro, Murphy no está de su parte hoy ni por asomo, por lo que cuando escucha la sentencia del Director se limita a levantar una ceja y suspirar largamente, justo en el momento en el que Arabeth comienza a reírse. Definitivamente no sabe mentir y está mal de la cabeza. Bueno, esa sería la única explicación coherente a sus delirios de grandeza y su complejo de niña pequeña.-¿Prefieres el cepillo de dientes o tu propio pelo como balleta? Es todo ventajas, está igual de cochambroso y te aseguras que no lo pierdes.-chasquea la lengua, sentada sin inmutarse, mientras el Director le dirige con reprobación ambos ojos, pero ella le mantiene la mirada con tal ímpetu que resulta casi imposible no apartarla.-Mire, yo ahora me voy a dormir. Si eso luego.-puntualiza, para medio segundo después escuchar su nombre pronunciado al completo.-Ahora. Las dos. Empezaréis por la sala de trofeos. Como os vea pelearos otra vez quedaréis expulsadas,¿me he explicado con suficiente claridad, señoritas?-las palabras del Director pueden no ir a misa para la de cabello cobrizo, pero la idea de pasarse las vacaciones de Navidad encerrada en casa definitivamente no la seducen. Acaba por levantarse y entonces sí fijar su vista en Arabeth, sin ninguna expresión en especial.-Muévete. Esa cosa tiene las mismas ganas que tú de ésto y pasa de aguantar niñerías.-le advierte, mientras ambos magos comparten escuetas palabras e instrucciones, volviendo a ponerlas en marcha. Vaya mañanita-.
Andrómeda C. Potter*- Slytherin!
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Re: Andrómeda, Arabeth, madrugar; mala combinación · Andrómeda
Arabeth puso su mano derecha sobre su cara y resopló con fuerza al ver como Andrómeda se sentaba en el suelo faltándole el respeto a la máxima autoridad del colegio. Estaba cansada, irritada, tenía sueño e incluso le pitaban los oídos y además, presentía que a la contienda le faltaba mucho para finalizar… después de todo todavía no eran ni las nueve de la mañana; se mordió la lengua con fuerza intentando encontrar la razón por la que no le tiró una poción explosiva en la cara a la chica que tenía al lado hace un par de semanas. Arabeth ignoró el comentario de la joven y contuvo las ganas de pegarle una patada aprovechando que estaba en el suelo.
—Preferiría hacer este trabajo sola, Potter—respondió de forma seca, escueta, ignorándola de nuevo, se dedicó a observar el despacho en el que se encontraba con minuciosidad, las fotografías, los cuadros, los libros, pensando en la gran cantidad de personas que se habían sentado en ese mismo lugar durante varios siglos, evadiéndose de todos los que estaban a su alrededor. Tan sólo volvió a centrarse en la realidad cuando se dio cuenta de que tenían que empezar a emprender el camino hacia la sala de trofeos —que por cierto había elegido una de las zonas del castillo más difíciles de limpiar—, cuando la lagartija le instó a empezar a moverse, volvió a mirarla, esta vez sin ganas—Muérete Andrómeda, mete la cabeza en el cubo de la fregona y cuenta hasta doscientos, haz lo que te dé la gana, pero hazle un jodido favor al mundo y desaparece de una maldita vez—ordenó mientras empezaba a andar con rapidez sin querer escuchar ninguna más de sus respuestas, manteniendo la mayor distancia posible de la chica, y negándose a que el gorila que les servía de acompañante, vigilante o quién sabe qué la volviera a sujetar.
La serpiente decidió intentar distraerse o hacer más ameno el camino mirando los cuadros que había a través de los pasillos, contándolos, observando los colores, los fondos, los sombreados y las expresiones de los representados; frunció los labios al pensar, que a ella, al llegarle a la muerte, no le gustaría pasarse el resto de los años ‘encerrada dentro de un cuadro’. Mientras seguían andando, también pensó en Andrómeda durante unos segundos, en sus reacciones, en cómo había explotado en el momento que había nombrado cierto nombre con unos apellidos correspondientes; lo entendía en cierta parte; debía de importarle mucho. Se encogió de hombros restándole importancia.
Al cabo de varios minutos llegaron a su destino, el gorila malhumorado les abrió la puerta, y les hizo pasar no sin antes meterles algo de prisa. Las miró serio, advirtiéndoles con la mirada de que no pensaba aguantar ningún alboroto más, tras eso, se retiró del lugar no sin antes decir; ‘Volveré en treinta minutos, espero que todo esté reluciente’. Una vez que se hubo retirado, Arabeth cogió varias bayetas, líquidos específicos dedicados a la limpieza extensiva, un cubo, y una fregona, tras eso, cogió otros pocos materiales y se acercó a Andrómeda con paso seguro, colocárselos en la mano.
—Tú por tu lado, yo por el mío, no me hables, no me mires, y ni mucho menos me toques—ordenó con serenidad, para luego volver a apartarse de la chica y coger sus cosas, dispuesta a empezar de una vez con el dichoso trabajo. ¿Habría algo capaz de recompensar una mala mañana como esta? tan sólo esperaba que, si la respuesta a dicha pregunta era positiva, tardase poco en hacerse realidad.
—Preferiría hacer este trabajo sola, Potter—respondió de forma seca, escueta, ignorándola de nuevo, se dedicó a observar el despacho en el que se encontraba con minuciosidad, las fotografías, los cuadros, los libros, pensando en la gran cantidad de personas que se habían sentado en ese mismo lugar durante varios siglos, evadiéndose de todos los que estaban a su alrededor. Tan sólo volvió a centrarse en la realidad cuando se dio cuenta de que tenían que empezar a emprender el camino hacia la sala de trofeos —que por cierto había elegido una de las zonas del castillo más difíciles de limpiar—, cuando la lagartija le instó a empezar a moverse, volvió a mirarla, esta vez sin ganas—Muérete Andrómeda, mete la cabeza en el cubo de la fregona y cuenta hasta doscientos, haz lo que te dé la gana, pero hazle un jodido favor al mundo y desaparece de una maldita vez—ordenó mientras empezaba a andar con rapidez sin querer escuchar ninguna más de sus respuestas, manteniendo la mayor distancia posible de la chica, y negándose a que el gorila que les servía de acompañante, vigilante o quién sabe qué la volviera a sujetar.
La serpiente decidió intentar distraerse o hacer más ameno el camino mirando los cuadros que había a través de los pasillos, contándolos, observando los colores, los fondos, los sombreados y las expresiones de los representados; frunció los labios al pensar, que a ella, al llegarle a la muerte, no le gustaría pasarse el resto de los años ‘encerrada dentro de un cuadro’. Mientras seguían andando, también pensó en Andrómeda durante unos segundos, en sus reacciones, en cómo había explotado en el momento que había nombrado cierto nombre con unos apellidos correspondientes; lo entendía en cierta parte; debía de importarle mucho. Se encogió de hombros restándole importancia.
Al cabo de varios minutos llegaron a su destino, el gorila malhumorado les abrió la puerta, y les hizo pasar no sin antes meterles algo de prisa. Las miró serio, advirtiéndoles con la mirada de que no pensaba aguantar ningún alboroto más, tras eso, se retiró del lugar no sin antes decir; ‘Volveré en treinta minutos, espero que todo esté reluciente’. Una vez que se hubo retirado, Arabeth cogió varias bayetas, líquidos específicos dedicados a la limpieza extensiva, un cubo, y una fregona, tras eso, cogió otros pocos materiales y se acercó a Andrómeda con paso seguro, colocárselos en la mano.
—Tú por tu lado, yo por el mío, no me hables, no me mires, y ni mucho menos me toques—ordenó con serenidad, para luego volver a apartarse de la chica y coger sus cosas, dispuesta a empezar de una vez con el dichoso trabajo. ¿Habría algo capaz de recompensar una mala mañana como esta? tan sólo esperaba que, si la respuesta a dicha pregunta era positiva, tardase poco en hacerse realidad.
Arabeth E. Nott*- Slytherin!
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Dom Feb 09, 2014 7:58 pm por Invitado
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Sáb Jul 20, 2013 11:55 am por Charlotte Scammander
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Dom Jul 14, 2013 2:29 pm por Lindsay C. Lancaster
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Dom Jul 14, 2013 2:28 pm por Lindsay C. Lancaster
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Dom Jun 23, 2013 1:21 pm por The Crow
» Protego RPG - ÉLITE, CAMBIO DE BOTÓN
Jue Jun 20, 2013 6:42 pm por Invitado
» Game of Thrones |Cambio de botón|
Mar Jun 11, 2013 6:48 pm por Invitado
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Vie Mayo 17, 2013 5:35 pm por Invitado