¿Dibujar? apañatelas con un nido de acromántulas ·Charles

—Lumus—un susurro suave y decidido que consiguió que la varita de la chica se iluminara, permitiendo así que pudiera ver mejor el camino que tenía delante.

Arabeth no sabía exactamente cuál era la razón que la había llevado a coger su abrigo, cruzar con disimulo y precaución la cabaña del guardabosques y adentrarse dentro del bosque prohibido. Nott no era de las chicas que solía romper las reglas con demasiada asiduidad, entonces, ¿por qué había hecho?, ella lo achacaba a que, simplemente, tenía deseos de dibujar. Una vez que fue capaz de ver con mayor claridad todo, observó el paisaje con atención; los árboles ahora eran mucho más gruesos, altos y frondosos que como lo habían sido en un principio, de hecho, incluso algunas raíces de gran tamaño llegaban a salir de la tierra.
Ahora entendía porque había tropezado tantas veces en los últimos cinco minutos.

Los pequeños ruidos de pasos que escuchaba a lo lejos —probablemente, de las criaturas del bosque— y los escalofríos que estaba sintiendo a causa del frío, le estaban haciendo pensar que tal vez lo más lógico habría sido dibujar un atardecer en vez de un lugar tan lúgubre, pero se encogió de hombros despreocupadamente y continuó caminando intentando esta vez no caerse por el camino. A medida que avanzaba y observaba el entorno Arabeth se planteaba la posibilidad de que, tal vez, los altos más cargos de Deathly Shadows podrían esconderse o tener sus reuniones aquí; era cierto que sería estar de cierta forma en territorio enemigo, pero pocas personas tenían el valor suficiente como para adentrarse en su interior, por lo que, a la vez, sería un buen sitio para esconderse. Sin saber exactamente la razón, la rubia se removió algo incómoda al imaginarse las posibles conversaciones que, su padre podría compartir con por ejemplo, la madre de su mejor amiga.

Después de varios minutos andando se frenó en una zona más abierta y en la que los árboles no estaban tan cerca los unos de los otros, apoyó la espalda sobre el tronco de un árbol sin llegar a sentarse y empezó a dibujar, se concentró en retratar perfectamente el cielo iluminado por tan sólo un par de estrellas, la frondosidad del bosque, el brillo de las hojas al haber llovido recientemente y el reflejo de las luna en los charcos provocados por la lluvia. De repente, su concentración se vio interrumpida al escuchar nuevamente pequeños pasos, con rapidez se escondió detrás del tronco del árbol en el que había estado apoyada, no obstante, ser permitió a sí misma asomarse para ver de quien provenían esos pasos. Aunque, más bien debería decir de qué.

Frunció los labios al ver como tres acromántulas caminaban a tan sólo unos metros de ella, observó sus pequeñas —hablando de forma para nada literal— patitas e hizo una mueca de asco, tenían muchos pelitos, pelitos muy sucios, pelitos que apostaba que no eran para nada suaves. Algo le decía que acababa de acampar, por decirlo de alguna manera en una zona muy cercana a un nido de acromántulas.

—Esto es malo, muy malo, y necesito un insecticidas gigante—susurró en voz baja dirigiéndose a su propia persona.

Charles corrió, corrió como nunca jamás había corrido y como si su propia vida dependiese de ello, lo que tal vez si era cierto, su vida si dependía de esto. Sabía que jugarle una broma a aquella muchacha había sido una de las ideas menos geniales que hubiera tenido, tenía bastante experiencia en lo que a bromas hacia esa muchacha refería y ninguna de aquellas había terminado de una manera satisfactoria para el muchacho. Sino más bien terminaron de una manera que complació a la chica, no a él. No es que Charles fuese malo en la labor de elaborar bromas porque era bueno, muy bueno. Era sino porque la famosa joven parecía estar siempre tras de él, cuidando sus pasos, por lo que la broma no había resultado de la mejor manera.

El castaño jamás había corrido tanto en su vida entera, llego a salir del castillo y sin otra opción tuvo que adentrarse en el bosque prohibido. Esquivo ramas, árboles, arbustos, todo animal que se le cruzase encima y paro. Puso atentos todos sus sentidos esperando a no escuchar más pasos provenientes de la muchacha, al no escuchar nada más que los típicos sonidos del bosque decidió que aquel era un lugar seguro.

Suspiro y se decidió a recostarse un rato para descansar, jamás se había cansado tanto. Pero después de esta ocasión juraría no volver nunca más a jugarle bromas a aquella estudiante. Apoyo sus hombros sobre la tierra e intento calmar su descontrolada respiración, la cual parecía sobresalir entre el silencio del bosque prohibido.

Río, río porque era un canijo que jugaba bromas a todo ser humano viviente. Cualquiera pensaría que aquel chico estaba loco y tal vez era cierto, si lo estaba, un poquito.

Ya con su respiración un poco más calmada, el joven decidió que este sería un momento perfecto para dar una caminata por el bosque prohibido. Lo que probablemente sería la segunda idea menos genial del día de hoy para Charles. Se levantó de donde estaba recostado y emprendió su caminata, cuando lo escucho…. Había tenido suficientes encuentros con las acromántulas como aprender a distinguir el sonido de sus pasos. Sabía que cerca de donde estaba de seguro unas cuantas estaban rondando, estaba a punto de emprender su camino de nuevo al castillo cuando la vio. Arabeth se encontraba escondida entre un árbol, se encontraba de espaldas a él pero la conocía lo suficiente como para saber que era ella.

Con su típica sonrisa de medio lado, aunque algo asustado al saber que por allá se encontraban aquellos bichos asquerosos, dirigió su caminar hacia donde se encontraba aquella rubia. Trato de hacer el menor ruido posible, caminando con sigilo, como cuando estaba a punto de hacer una de sus mejores bromas y tenía que hacerlo de una manera silenciosa, justo así.

Puso todo de sí para esquivar las hojas que estaban esparcidas por el lugar, tratando de no pisarlas y de ahorrarse provocarle un gran susto a la muchacha. Cuando estuvo ya a un paso de ella, tan cerca que alcanzaba a oír su respiración pero aun así lo suficientemente lejos como para que ella no notara su presencia, susurro: - Shh… - Charles apoyo sus dos manos en el tronco, quedando así de una manera en la cual rodeaban la cintura de la muchacha pero sin tocarla lo suficiente. – No creí que fueras de la clase de chicas que van a el bosque prohibido de noche… - Le murmuro en el oído con una pizca de diversión en su voz. – Por otra parte aun no te conozco lo suficiente…. Aunque me encantaría hacerlo, eh. – añadió con coquetería.

La mente de Arabeth estaba trabajando en varios temas a la vez; intentaba encontrar una manera de salir ilesa a un ataque de centenares de acromántulas sin perder toda la cantidad de material de dibujo que estaba sujetando con una de sus manos, frunció los labios, siempre podría empezar a correr pero probablemente, como en cualquier película que se aprecie aparecerían arañas gigantes desde todos los ángulos que acabarían por rodearla para luego, tal vez devorarla a ella y a su pobre dibujo; frunció los labios algo disgustada, definitivamente esa manera de morir no era de su agrado. Probablemente, por esa razón cuando sintió unas manos rodeando la zona en la que se encontraba su cintura, y unos susurros sobre su oído, cogió con rapidez su varita —la cual aún se encontraba iluminando la zona— y se dio rápidamente la vuelta para poner la varita en el cuello de su cazador, víctima, o lo que fuera.

Aunque no tardó en darse cuenta que que a quien tenía delante no era un depredador, o al menos, no del todo. A una Arabeth ahora más tranquila le fue sencillo percatarse de las pequeñas señales que le podrían haber hecho pensar que el recién llegado no era una araña gigante; las manos —o patas— de una acromántula seguramente también le habrían hecho cosquillas, pero no de una forma positiva como lo habían hecho las manos de Charle, nunca había escuchado a una hablar, pero seguramente tampoco hablarían así, y por último, las acromántulas, no eran guapas. Se encogió de hombros.

—Ups, fallo mío, lo siento—se disculpó mientras bajaba la mano en la que sostenía la varita, y volvía a guardar la misma, tras eso volvió a mirar al chico que tenía delante sonriendo un poco—En mi defensa diré que probablemente no he venido aquí con las mismas atenciones con las que has venido tú, ¿conocerme?, lo siento Potter, pero mi respuesta es más que negativa—respondió de manera rápida y algo seca mientras daba un paso hacia delante, acercándose un poco al chico, a pesar de que la distancia entre ambos ya fuera bastante corta, la rubia ladeó la cabeza un poco, observándole, alzando un poco la ceja ante el aspecto descuidado que presentaba el muchacho—¿De dónde vienes Charlie?, estás muy despeinado, ¿han intentado matarte? ¿o has usado el bosque para correr los 1500 metros lisos?—preguntó juguetonamente mientras se ponía levemente de puntillas y estiraba levemente su mano libre para peinar un poco el cabello del muchacho, o al menos evitar que cada mechón estuviera mirando para un lado diferentes y quitar pequeñas ramitas de árbol. No obstante, nuevamente el sonido de pequeñas patitas acercándose que había escuchado antes le hizo detenerse en su tarea, bajó la mano y se asomó mirando a la derecha del cuerpo de Charles —el cual le impedía la vista directa, aunque al poder distinguir a cuatro acromántulas observándoles con atención con sus ochos ojos, no sabía si agradecerle que sirviera de muro—.

Arabeth posó con rapidez sus manos sobre los laterales del abdomen del chico y le instó a girarse con rapidez —no se fiaba de que las arañas mutantes decidieran atacarle por la espalda, o quién sabe qué—, para que pudiese ver lo que tenían delante de sus narices. Tras eso, volvió a dar un paso hacia delante pero esta vez no con intenciones de coqueteo, sino para colocarse al lado del chico, y mirarle.

—Tal vez ahora sí que intenten matarte, oye, ¿a las acromántulas se las ataca directamente o se intenta dialogar primero con ellas?—preguntó alternando la vista en el chico que tenía delante y en sus adorables acompañantes.

Si había una cosa que le gustaba mucho a Charles, eso era estar en compañía de una chica linda en algún lugar oscuro. Arabeth era guapísima y el bosque prohibido no es que ofreciera la mejor iluminación disponible, por lo tanto sí, aquel lugar y aquel momento sin dudas se estaba instalando en la lista de ‘’mejores momentos en la vida de Charles’’. Una lista que actualmente estaba muy llena, ya que siendo como es el, los momentos divertidos y memorables son de todo menos escasos.

- Sabes que tanto como yo muero por conocerte a ti, tú mueres por conocerme a mí. - El muchacho no puede evitar soltar una sonrisa algo tonta ante el contacto de la chica con su cabello. Si había una cosa que lo volviese loco era precisamente aquello, que jugasen con su cabello. - Se podría decir que si…. Estoy muy cansado, necesito de tus cuidados. – forma con sus labios un puchero hacia la chica, haciéndole ver así lo muy necesitado que estaba de unas cuantas caricias más.

Sintió como las pequeñas manos de la rubia lo giraban en si quedando de espaldas a aquel tronco, al principio estaba algo confuso ante aquella acción pero luego lo entendió todo. Ante ellos se encontraban los seres más abominables y si, asquerosos que jamás hubiese visto. A pesar de ya haber visto con anterioridad a aquellas arañas, no recordaba que su aspecto luciera tan terrible, y eso era decir bastante para alguien que lo ha visto de todo. – Creo que la forma correcta de vencer a una acromántula es usando alguna clase de hechizo, guapa. – le susurra el chico mientras pasa una mano por la cintura de la joven y la vuelve a poner detrás de sí, evitando así que aquellas criaturas pudiesen ocasionarle daño. Algo que caracterizaba a Charles como todo buen Gryffindor era la valentía, lo que podría traerle tanto cosas negativas como cosas positivas como consecuencias. – ¿Sabes algún hechizo que nos podría ayudar en estos momentos?– Le pregunta el joven a su acompañante mientras saca su varita de su bolsillo trasero lentamente tratando de no alertar de alguna manera a las acromántulas, las cuales parecieran estar cada vez más cerca de ellos.

El premio del más inteligente sin duda alguna no es el adecuado para Charles y nunca lo será, ya que de inteligente no tiene nada. Por lo que en este momento el joven no logra recordar ninguna clase de hechizo que lo ayude en esta ocasión… pareciera como si todos sus conocimientos sobre hechizos se hubieran esfumado, y es que la visión que ofrecían aquellas criaturas era ciertamente intimidante.

Charles trato de recordar algún hechizo que pudiera servirle para paralizar a las acacromántulas y estaba seguro de que sabía uno, era una frase sencilla…. De repente lo recordó, ligeramente. Una palabra se le vino a la mente, una palabra que empezaba con ‘’A’’. – A… A… A... algo. – susurra quedito a la muchacha para después añadir con algo de inseguridad: - ¿Tú si lo recuerdas, no?

La rubia se preguntaba a sí misma si podría ser posible que las acromátulas pudieran tener alguna especie de capacidad para volverse más feas a cada minuto que pasaba, ciertamente ese no era un don muy agradable, pero tal vez les podría servir a la hora de la supervivencia o quién sabe qué. De repente, sus pensamientos que muy bien podrían estar relacionados con el cuidado de criaturas mágicas se vieron interrumpidos por una repentina corriente de electricidad placentera que atravesó toda su cintura. Levantó la mirada y en seguida entendió su procedencia y causa; Charles apartándola y colocándola tras su espalda, alzo una ceja con algo de molestia; Gryffindorianos y su complejo de héroes. Obviamente, en menos de un par de segundos Arabeth había vuelto a colocarse a la altura del chico.

Cosa que no sirvió de mucho, ya que ella tampoco era capaz de recordar cuál era el hechizo idóneo para combatir a las arañas mutantes; la rubia cambió de idea, tal vez la verdadera capacidad secreta de esos seres era atontar a sus víctimas. Negó con la cabeza con intensidad ante su pregunta y volvió a cogerle del abdomen para echarle hacia atrás a medida que las arañas se acercaban. Ara…, arac… ex…

—¡No me acuerdo!, ¿no se supone que eres tú el que tiene familia que usó ese hechizo? ¡y por ambas ramas de la familia encima!—concretó mientras pensaba en el hecho, pero al visualizar dentro de su cabeza el enorme árbol genealógico que los Potter Weasley tenían, decidió dejarlo—Prometo darte cuidados durante el resto del día si te acuerdas…—prometió mientras miraba a los seres peludos que tenían delante, al hacer esto, de repente recordó el nombre del hechizo, por lo que cogió la mano con la que Charles sujetaba la varita y la agitó con suavidad pero con firmeza—Arania exumai—pronunció, pero sin ningún resultado, Arabeth rodó los ojos algo molesta y soltó la mano del chico—Estúpidas varitas únicas, Arania exumai—volvió a repetir, pero esta vez usando su varita por ende, éste segundo intento tuvo mayor éxito que el anterior, de hecho todas las criaturas se alejaron con gran velocidad.

Arabeth sonrió satisfecha; se habían salvado de ser devorados por unos seres pocos agraciados, feos, y que encima, tampoco olían muy bien, por lo que tal vez se merecía olvidar por un momento el auto-control, el orgullo y varia serie de sandeces que siempre le revoloteaban por la cabeza cuando el Gryffindor estaba cerca. No obstante, justo cuando iba a volver a mirar a Charles, volvió a escuchar pasos, cerró los ojos con fuerza durante un par de segundos, siendo capaz de imaginarse lo que se iba a encontrar al abrirlos.
Y en efecto, una enorme cantidad de acromántulas que casi se podría considerar como un ejército —eran tantas que le era completamente imposible contarlas—se estaban acercando con rapidez hacia ellos, se mordió la lengua con fuerza, ¿por qué últimamente no hacía más que atraer problemas?, no lo sabía, pero estaba segura de que para espantar a todos esos seres harían faltas bastante más magos lanzando el mismo hechizo a la vez. Algo le decía que, aunque le doliera en el orgullo, este era el momento en el que tendrían que correr; sin poder evitarlo empezó a reírse a carcajadas.

—¿Por qué será que éste tipo de escenas siempre se repiten?—se preguntó, siendo consciente de que ciertos magos pasaron por la misma situación varios años atrás, volvió a mirar a Charles, esta vez algo inquieta—Bien bicho, las acromántulas de antes han llamado a sus hijas ¿cuál es el plan ahora?

Lo admitía… el joven se sentía algo inútil al no acordarse de aquel hechizo, siendo parte de su familia y habiendo escuchado la historia de su abuelo en la cual contaba que recurrió a usarlo en innumerables ocasiones, cualquiera pensaría que conocería el hechizo tal como conoce la palma de su mano, pero no, no lo recuerda.

Escucha con atención las palabras pronunciadas por la chica hasta que anuncia la noticia del millón de dólares, ella recordó el hechizo. Charles observo no sin cierto asombro como Arabeth al haber agarrado su varita pronunciaba aquel hechizo, logrando así hacer desaparecer aquellas horribles criaturas. Eso solo ocasiono que la atracción que sentía hacia la muchacha aumentara, la valentía era algo que atraía a él castaño, más aun si esa valentía provenía de una serpiente… las cuales no parecían poseer mucho de este don.

La manera con la cual la rubia pronunciaba los hechizos… con tanta seguridad. Esa era una cualidad que estaba empezando a adorar de aquella terca Slytherin, y eso le encantaba a Charles, descubrir nuevas cosas de la joven a cada segundo que pasaba ocasionaba que algo cálido se instalase en su pecho.

Charles estaba a punto de cargar a la chica y llevarla al mismo cielo por haberlos salvado, lamentablemente su pequeña celebración no duro mucho ya que pronto se vieron inundados nuevamente de aquellas criaturas. Había muchísimas de ellas, aquí y allá. La visión que generaban no era agradable, ciertamente. Con aquellas grandes patas y sus innumerables ojos, Charles sentía que en cualquier segundo el vómito no se haría esperar. Suspiro de frustración mientras volvía a agarrar su varita con fuerza, esta vez sabiendo el hechizo y con mayor confianza que en la ocasión pasada.

El muchacho escucho la carcajada proveniente de la chica y le dedico una mirada llena de curiosidad. Solo a ella se le ocurría reírse en un momento como aquel…. – Tú y tu maldita costumbre de decirme bicho, rubia. – le dijo el castaño mientras con una de sus manos la agarraba delicadamente por el brazo, poniéndose así de espaldas a ella para poder protegerse de una manera mejor mutuamente. - ¿Correr? – añade con una nota de sarcasmo impregnada en su voz. Correr no está ni cerca de las cosas que le gustaría hacer al muchacho, porque él es el y el no huye ante situaciones como aquellas sino que las enfrenta, trata de salir victorioso.

Con la mayor seguridad del mundo el castaño se dedica a expulsar hechizos aquí y allá tratando de ahuyentar la mayor cantidad de arañas posibles. - ¡Arania exumai! – Grita el hechizo tantas veces y en tan repetidas ocasiones como le es posible, logrando así que en unos segundos la cantidad de arañas disminuya pero que desafortunadamente no cese del todo. Es ahí cuando en realidad se plantea la idea de correr, sabe que probablemente nunca terminaran por derrotar a un ejército como aquel, a menos que su plan de vida sea el ser devorado por unas asquerosas criaturas…, si, correr es probablemente la mejor idea por el momento. – Sabes… creo que si deberíamos de correr, Ara. Nunca podremos derrotarlas… - Charles dice estas palabras para después continuar en la labor de mandarles aquel famoso hechizo. La cobardía no es algo que caracterice a él joven, y salir huyendo no es lo suyo. Pero sabe que en esta ocasión tal vez resulte por ser la mejor opción, mas sin embargo aunque corrieran no podrían avanzar mucho antes de que las arañas los alcanzasen.

Suspiro y trato de pensar en una buena manera de salir victorioso de aquella situación, lamentablemente todas las situaciones que se planteaban en su cabeza no terminarían de la mejor manera….

Arabeth no podía parar de reírse sin saber exactamente la razón, ¿nervios tal vez?, ¿le resultaba ridículo ser devorada por un ejército de arañas? ¿o era que le hacía gracia como andaba cierta acromántula que parecía estar algo coja? Y ante el comentario lleno de sarcasmo del chico que tenía tras su espalda, su risa no hizo más que aumentar. Gran idea la suya, Arabeth apuntó la idea de ir a dibujar en medio de la noche al bosque prohibido como una de las peores que había tenido en toda su existencia —aunque, estaba segura de que esta era una de las situaciones de las que un muggle, si sobreviviese hablaría en su graduación—.

—Reconoce que es original, y muy acertado para el momento, bichillo—respondió aún riéndose un poco mientras decidía imitarle lanzando el mismo hechizo innumerables veces a todas las arañas que veía; una vez, dos, tres, cuatro, y cinco veces, intercalando sus hechizos con una mirada disimulada a su compañero, sonriendo al verlo tan concentrado, riendo para sus adentros al pensar que a pesar de estar tan despeinado, y tener el ceño fruncido, el papel de super-héroe –o super mago-, le hacía lucir muy bien, se mordió levemente el labio inferior mientras decidía que si conseguían salir de ésta, tal vez no añadiría esta situación a la lista antes mencionada. Arabeth volvió a mirar al chico –pero sin dejar de repetir arania exumai- cuando le dijo que probablemente, lo más sensato sería corrrer.
Suspiró con fuerza; su orgullo no le permitía huir, pero su sentido común llevaba diciéndole que lo hiciera desde hacía varios minutos –aunque otro sentido común le decía, que probablemente, ni aún así conseguirían salir de esta-. Frunció los labios esperando que el coche de cierta leyenda que corría por los pasillos de Hogwarts hiciera aparición y les ayudará a salvarse, pero para su desgracia, no fue así. La rubia miró a los arácnidos durante un momento y trazó un plan, no uno brillante, pero ya era algo.

—No dejes de lanzar el hechizo hasta que te lo diga, Charles—pidió, mientras volvía a elevar su varita y la dirigía hacia la zona donde se situaban todas las arañas, se mantuvo en silencio durante unos minutos, intentando concentrarse el máximo posible para conseguir realizar de la mejor manera el hechizo, finalmente habló—Aresto momentum—gracias a dicho hechizo que consiguió ralentizar el tiempo por lo que las arañas se movían más lentamente, y el de Charles que conseguía espantar a un gran número de ellas, por ende la situación mejoró notablemente, pero no sabía cuánto iba a durar ello, por lo que cogió con fuerza la mano de Charles—Y ahora corremos, corremos mucho, corremos sin parar—informó para luego empezar a correr sin soltarle la mano al chico. Odió y maldijó varias veces a las piedras y ramas que tenía que esquivar para no caerse, odió su torpeza natural y la poca claridad que había en el lugar. Al cabo de unos minutos, vio un lugar similar a una cueva bastante pequeña, pero con una gran apertura que te permitía la entrada, Arabeth cambió de rumbo hasta llegar a la misma, una vez dentro, volvió a sacar su varita—Protego Totalum—pronunció, esperando haberlo realizado con la suficiente fuerza como para que las arañas no pudiesen ver lo que había dentro de la cueva, suspiró con fuerza y se sentó en el suelo, algo cansada, nuevamente, la rubia se empezó a reir un poco.

—Y ahora esperamos, no sé a qué, pero esperamos… creo—dijo mientras elevaba la mirada para ver a Charles, para comprobar que estaba bien, que no le había salido otra pierna, o cualquier cosa de esas, se rió un poco, sería muy hipócrita negar o incluso pensar que no le gustaba—Creo que tu pelo es incontrolable por nacimiento, ¿no?—preguntó para luego fruncir los labios al notar que le faltaba algo, miró a su derecha y a su izquierda, pero en efecto su dibujo no estaba, probablemente lo habría soltado en algún momento de la huida —aunque prefería denominarlo plan—.
Vaya, su pobre dibujo iba a ser alimento para acromántulas.

Charles hizo todo lo ordenado por la joven y repitió el hechizo tantas veces que estaba seguro soñaría con él. Jamás había dicho una palabra en tan repetidas ocasiones, y jamás había lanzado tantos hechizos. Su brazo estaba empezando a arder, incluso. El chico estaba seguro de que el mismo era un desastre en cuanto a aspecto, con ramas esparcidas por toda su ropa y con su típico cabello desarreglado.

Vio atentamente como Arabeth pronunciaba un poderoso hechizo que ocasiono que el andar de las arañas disminuyera notablemente, asintió con la cabeza ante la propuesta de la muchacha de correr y entrelazando su mano con la de ella corrieron sin parar. Ese día estaba resultando muy cansado para el muchacho, cuando volviera al castillo estaba seguro correría inmediatamente a los brazos de Morfeo, aunque por otro lado estar en compañía de la rubia hacia que su humor mejorara notablemente. Su día con tal solo el hecho de estar con Arabeth no era tan terrible como parecía.

Ambos jóvenes siguieron corriendo con todas sus fuerzas hasta que localizaron una pequeña cueva, a la cual la rubia los dirigió a ambos. – Lumus. – Susurro Charles al entrar en ella para así poder ver con mayor claridad el lugar y a su acompañante. Observo de cerca a Arabeth y escucho como pronunciaba otro hechizo con claridad, admirándola silenciosamente por aquello.

El castaño tomo asiento junto con la muchacha, y al verla reír inmediatamente el rio también, más como por auto reflejo que por alguna otra razón. Tenía que admitir que aquel día estaba resultando en exceso extraño, aunque extraño en el buen sentido.

- Deberíamos de esperar a que aquellas criaturas regresen a su vivienda…. Si es que se le puede llamar así al lugar en el cual viven. – señalo el joven con burla en sus últimas palabras. No estaba seguro de donde vivían aquellas criaturas pero animales tan horrendos como aquellos no pensaba tuvieran una linda y acogedora casa.
El joven desvió la mirada hacia un punto lejano de la cueva, perdiéndose por un segundo en sus pensamientos. – Soy un Potter. No esperes que tenga el cabello más pulcro del mundo. – objeto para después reírse de sí mismo, de seguro presentaba una apariencia más que terrible. – Te encanta mi cabello tal y como es…. –

Desvió su mirada nuevamente hacia la muchacha y la observo con curiosidad, sus labios estaban fruncidos y su rostro daba a denotar que buscaba algo. - ¿Se te perdió algo, uh? – pregunto con verdadera curiosidad, probablemente antes de que el llegara ella había estado haciendo algo importante si es que tenía que recurrir a ir de noche a el bosque prohibido conociendo los peligros que el sitio ofrecía.

Arabeth, ante el comentario de Charles se quedó pensativa durante unos momentos, ¿cómo sería la casa de una acromántula? Tenían claro que sería oscura, fea, y que olería mal… ¿pero tendrían una zona donde reservasen comida o algo así? Siendo tan grandes…¿cómo lograrían caber todas?, la rubia sintió verdadera curiosidad por saber cómo sería la extravagante vivienda, incluso sintió deseos de salir e ir a descubrirlo, pero pronto desechó la idea; aunque no sabía muy si era por el reciente encuentro que había tenido con dichas criaturas, o por el horroroso olor que habría en aquel lugar.

—No quiero imaginar cómo será el lugar en el que duerman…—susurró mientras un escalofrío le recorría la espalda al imaginarse a varias arañas descansando juntas, decidiendo que debía dejar de imaginarse dichas cosas, tras rodar los ojos por la seguridad con la que Charles había afirmado lo mucho que supuestamente le encantaba su pelo–aunque había que reconocer que dichas palabras eran muy propias de ella- giró sobre si misma para colocarse junto en frente del chico, y no a su lado, después para llamar su atención colocó su manos sobre las rodillas del chico que tenía delante—Lo siento mucho Charles, pero entre nosotros dos y nuestros respectivos egos inflados me parece que no vamos a tener oxigeno suficiente para poder sobrevivir—afirmó mientras esta vez era ella que hacía un pequeño puchero, ante la pregunta del chico, Arabeth se encogió de hombros despreocupadamente, quitándole importancia, pero finalmente tras unos segundos de silencio empezó a contarle la fantástica idea que había tenido unas horas atrás.

—Estaba aburrida en el castillo y me apetecía dibujar, se me ocurrió que aquí habría unos planos bonitos, por que decidí venir… pero me parece que los bichos esos se han quedado con mi dibujo para comérselo, quedárselo de recuerdo, colgarlo en su casa o quién sabe qué—explico mientras miraba a sus dedos y jugueteaba con ellos distraidamente, a pesar de estar aún colocados sobre las rodillas de Charles, de repente volvió a mirar al chico, con una sonrisa una sonrisa burlona, con una pizca de ironía—¿Y tú que hacías por aquí? ¡déjame adivinar anda!, mmh...estabas con alguien en el bosque… con una chica a lo mejor, sí, con una chica, pero por alguna razón se enfadó contigo y tú tuviste que empezar a correr o algo por el estilo… ¿me equivoco?—pregunto mientras ladeaba la cabeza buscando su mirada y apartaba las mas manos de sus rodillas; se estaba dando cuenta de que buscaba contacto físico constantemente de manera involuntaria, sin darse cuenta, y eso era bastante malo, chasqueó la lengua. De repente, escucho como un pequeño sonido proveniente del exterior que reconoció al instante; pequeñas gotas caer sobre el suelo, estaba lloviendo.
Uy, y eso empeoraba bastante más las cosas.

Arabeth, siéndole imposible estarse quieta aunque fuera por unos segundos cogió pequeñas piedrecitas que se encontraban en el suelo y empezó a tirarlas una a una, intentando que todas ellas caerán en el mismo lugar, cosas que no le funcionaba demasiado, mala puntería, una de las razones por las que nunca se le pasó por la cabeza jugar al quidditch. Miró de reojo al chico que tenía al lado, quería hacerle preguntas, preguntas que no eran las más adecuadas en ese momento, era cierto, pero su curiosidad innata nunca le daba tregua.

—Charles—llamó—¿no crees que ésta situación es un tanto peligrosa?—preguntó, decidiendo dejar las piedras en paz y volver a mirarle—Ya sabes, yo slytherin, tu Gryffindor, yo purista, tú no, en una cueva pequeña… ¿no crees que esto tiene todas las condiciones para acabar en desastre?—volvió a preguntar.

Charles no pudo evitar sonreír instintivamente al ver el rostro concentrado de la chica. – Mejor que ni te lo imagines, seguro es un lugar desagradable…. – comento con el asco impregnado en sus palabras. Suficiente tenía con haber visto a aquellas criaturas momentos antes… visitar la casa de las aclómantulas no estaba ni de cerca en la lista de cosas que le gustaría hacer al muchacho en un tiempo futuro.

Sonrió al ver como la rubia se colocaba justo en frente de el para después colocar sus pequeñas manos en las rodillas del muchacho. Entonces así pudo admirar mejor los rasgos de la joven, las cuales ya conocía bien gracias a sus muchos encuentros, pero también los que nunca se cansaría de apreciar. - ¿Estas insinuando que mi ego esta ‘’inflado’’? Porque no es así, amiga mía. Mi ego esta justo donde debería de estar…. – comenta no sin cierta ironía en su voz, el castaño sabe perfectamente que su ego no está ni de cerca de estar en el lugar correcto sino que está bastante elevado de aquel sitio. Y sabe, conociendo a la muchacha, que el de ella también lo está. El joven observo deleitado el pequeño gesto de la chica al momento de morderse los labios, labios que para el seguían siendo como una fruta sin probar, una prohibida, aquella fruta que se moría por probar pero sin embargo no sabía que esperar de ello.

Despega sus ojos un momento de los labios de esta para después fijarlos en sus ojos, mientras escucha atentamente el relato contado por ella. – Vaya… todo parece indicar que les has hecho un favor a aquellas criaturas. Su casa no lucirá tan terrible teniendo un dibujo tuyo. – tercio observando las manos de la chica, entonces justo así Charles hizo algo muy propio de él. Algo lo cual se estaba tardando bastante en hacer; se acercó aún más a ella. – Uh, sí. Te equivocas, la historia si involucra una chica más sin embargo no estaba teniendo ninguna clase de…. contacto físico con ella. No sé si, ya sabes, me entiendas. – una sonrisa ladina escapa de sus labios al pronunciar aquello.

A las afueras se escuchó un trueno avisando así que la tormenta estaba a punto de comenzar, y justamente después de unos segundos empezó a caer la tan anunciada llovizna. Observo los movimientos que hacia la muchacha con aquellas piedras, y sin evitarlo soltó una pequeña carcajada al observar los terribles lanzamientos de la chica. – Lanzas terriblemente mal… -

El castaño asiente ante la pregunta hecha por Arabeth. – No diría que esta situación llegara a terminar en un desastre sino en algo más… íntimo. – comenta mientras sin medirlo ni precaverlo con una habilidad digna de un cazador agarra a la muchacha de su cintura haciendo que esta quede sentada justo encima de sus muslos. – No sé tú, pero yo soy fan del desastre. – susurra con su típico tono repleto de arrogancia y coquetería. – Estar en un lugar pequeño como este en compañía de una chica linda resulta ser para mí como alguna clase de fiesta personal. – añade. – sería bueno que te fueras deshaciendo de tu ropa, eso mejoraría de sobremanera la situación… - dice aquellas palabras con naturalidad como si hubiesen estado por mucho tiempo por su mente y como si apenas ahora, en esta ocasión, hayan decidido dejarse escuchar.

Las piedras que antes había sido lanzadas por Arabeth sufrieron una mirada fulminante por parte de la chica, ¿cómo podía dársele tan mal?, no era tan complicado, tan sólo apuntar y lanzar, parecido a lanzar hechizos, ¿dónde estaba la diferencia?, se cruzó de brazos algo indignada; la rubia no soportaba no hacer algo en condiciones, era algo que no encajaba dentro de la educación e ideales que había recibido… aunque bueno, a decir, Arabeth Nott estaba bastante lejos de poder serle aplicable la palabra ‘perfección’

—No es culpa mía, eres tú, que me distraes—culpó infantilmente, aunque fuera una verdad a medias—Enséñame a lanzar en condiciones, cazador—pidió, volviendo a mirarle, siendo consciente de que la palabra cazados en estos momentos se podría aplicar en otro sentido además del relacionado con el quidditch. Justo cuando iba a volver a hablar para responderle a su último comentario, se sorprendió al verse, de repente, sentada sobre los muslos de Charles, parpadeó durante un momento algo confundida paro luego a mirarle, manteniéndose en silencio. Lo admiró durante unos segundos mientras se mordía el interior del labio inferior, lo analizó, contó un par de pecas que no eran visibles a no ser que estuvieses muy cerca, un lunar algo escondido, los ojos, las pestañas, la nariz, y la boca. Una vez el chico hubo terminado de hablar, Arabeth sonrió levemente y estiró su mano hacia el cuello del chico hasta colocarla en la nuca la cual empezó a acariciar, adoraba hacer eso.

—No sé si te vale… pero mi hermano suele decirme que soy un desastre andante y que atraigo a los problemas—explicó restándole importancia al asunto mientras se acercaba un poco más, si aquello era una humanamente posible, claro. Arabeth estaba jugando con fuego, sin estar del todo segura si se iba a quemar o no—Qué poco previsor Charles… si ahora me quito la ropa, ¿qué pasará si hace frío?, o peor aún, ¿qué pasará si las arañas mutantes nos encuentran?, no creo que les frene ver el espectáculo que estemos montando… además, ¿quién te dice que yo quiero montarlo?—preguntó para luego acercarse nuevamente, besándole en la comisura de los labios, un beso leve, tenue, suave y efímero, una prueba nada más, tras eso, la chica volvió a alejarse sin bajarse de su regazo, pero manteniendo una distancia mucho más prudencial y apartando también la mano de su la nuca del chico: la situación era, claramente, un tira y afloja constante—Por lo que… todo parece indicar que vas a tener que volver con la chica esa cuando salgamos de aquí—bromeó, imitando las palabras que él había utilizado antes con respecto a su dibujo.

Aunque al imaginarse la situación que ella misma le había propuesto apenas unos segundos antes —el irse con la otra chica—, frunció los labios y negó con la cabeza. No le gustaba la idea.

—No, mala idea, mejor no hagas eso, olvídalo—se corrigió con rapidez sin darse cuenta de las múltiples negaciones que había hecho, aunque todas con diferentes palabras, de repente, notó como un par de gotas caía sobre su cabeza, parpadeó algo confundida y elevó la mirada hacia el techo, comprobando así, que la cueva estaba llena de goteras—Hoy nada me sale en condiciones—se quejó, esperando internamente el momento en el que la cueva se derrumbase o algo por el estilo.